
Las Islas Baleares son ese lugar al que todo el mundo quiere ir porque ha visto fotos en Instagram de aguas turquesas y fiestas interminables.
Pero lo que no te cuentan es que, más allá de las playas abarrotadas y los pubs donde suena la misma música una y otra vez, hay rincones mágicos que la mayoría de los turistas ni imaginan.
Si vas con ganas de explorar y sin prisa, estas islas pueden sorprender más de lo que uno espera.
Playas escondidas para los que huyen del gentío
Todo el mundo quiere hacerse la foto en Cala Macarella, en Menorca, o en Ses Illetes, en Formentera. Pero cuando llegas, te encuentras con toallas pegadas como en Benidorm y un ejército de sombrillas que arruinan cualquier fantasía de «playa paradisíaca». Para quienes prefieren tranquilidad, hay otras opciones.
En Menorca, Cala Pilar es un espectáculo; arena rojiza, agua cristalina y ni rastro de chiringuitos ni música estridente. Eso sí, el camino no es precisamente un paseo. En Mallorca, está Cala en Gossalba que es difícil de encontrar, pero una vez allí, parece un sueño.
En Formentera, la joya secreta es Cala en Baster, un rincón donde el agua parece un espejo y las rocas crean un paisaje de otro planeta. No hay tumbonas ni nada parecido, solo naturaleza en su máxima expresión.
Y en Ibiza, si quieres huir de las masas y encontrar calas prácticamente desiertas, la mejor opción es descubrirlas desde el mar. Con el alquiler de barcos en Ibiza, se pueden visitar rincones que de otra manera son inaccesibles, como Es Portitxol o Cala d’en Serra.
Cuevas de película
Las islas están llenas de cuevas. Algunas las han convertido en atracciones turísticas con luces de colores y visitas guiadas, pero hay otras que siguen guardando ese aire de misterio.
En Ibiza, la Cueva de Es Cuieram es un lugar espectacular en medio de un acantilado. Allí se han encontrado figurillas de la diosa Tanit, a la que los antiguos ibicencos le pedían suerte y protección.
En Menorca, está la Cova des Coloms. La llaman la catedral, porque su altura impone respeto. Meterse dentro es como entrar en un templo natural, con la luz filtrándose entre las rocas.
Fiestas que solo conocen los locales
Sí, Ibiza tiene fiestas que son famosas en todo el mundo, pero las Baleares esconden celebraciones que llevan siglos existiendo y que nada tienen que ver con los clubes y los DJs.
En Menorca, son tradición las Festes de Sant Joan, que se caracterizan por los jinetes a lomos de caballos que hacen saltar a sus monturas entre la multitud mientras la gente grita y aplaude.
Mallorca tiene la Festa de l’Estendard, que es una de las más antiguas de Europa. Se celebra desde el siglo XIII y conmemora la llegada de los cristianos a la isla.
Y en Formentera, aún se respira la esencia hippie en el Formentera Jazz Festival, donde el ambiente es tranquilo, la música suena increíble y la puesta de sol hace que todo parezca una película.
Ruinas y restos que nadie se molesta en visitar
En las Baleares hay restos arqueológicos que llevan ahí miles de años y que, sorprendentemente, casi nadie visita. Menorca es la isla de los talayots, unas construcciones de piedra que parecen de otra civilización. El poblado de Torre d’en Galmés es una joya que solo los más curiosos llegan a ver.
En Mallorca, Capocorb Vell es un viaje en el tiempo. Allí, hace más de 3.000 años, vivían pueblos prehistóricos que dejaron su huella en forma de torres de piedra.
Las Baleares son un mundo aparte. Si vas más allá de lo típico, puedes encontrar rincones y experiencias que convierten un viaje cualquiera en algo inolvidable.