El Monasterio de Santa Catalina de Arequipa es motivo suficiente para visitar la que está considerada como una de las ciudades coloniales más bellas que ver en Perú.
De hecho, visitar el Monasterio de Santa Catalina se nos antoja incluso más primordial que la visita a la propia Catedral de Arequipa (en este artículo podéis leer acerca de los lugares más importantes que ver en Arequipa).
La manera más interesante de visitar el Monasterio de Santa Catalina de Arequipa es de la mano de un guía. La verdad es que en pocos lugares la visita guiada resulta tan importante como en este Monasterio de Santa Catalina.
Podéis reservar esta visita guiada completa a Arequipa que también incluye la visita guiada en español al Monasterio de Arequipa, al que le dedicamos algo más de una hora. Con el precio de la visita guiada está incluido el ticket de entrada al monasterio.
TABLA DE CONTENIDOS
QUÉ ES EL MONASTERIO DE SANTA CATALINA DE AREQUIPA
El Monasterio de Santa Catalina de Arequipa es un enorme complejo monástico fundado en el siglo XVI, regentado por monjas de clausura.
Y cuando digo que el Monasterio de Santa Catalina es enorme, me refiero a que se trata de una verdadera ciudad dentro de Arequipa, con sus calles con viviendas y sus plazas. Para que nos hagamos una idea, el área que ocupa el Monasterio de Santa Catalina suma unos 20.000 metros cuadrados.
Es decir, nada que ver con lo que habitualmente asociamos a un monasterio, con dormitorios comunes o pequeñas celdas. En el Monasterio de Santa Catalina de Arequipa, las monjas vivían espaciosamente. O al menos, algunas de ellas.
Por lo visto, la fundadora del Monasterio de Santa Catalina fue Doña María de Guzmán, rica viuda de Diego Hernández de Mendoza, uno de los personajes más importantes de la Arequipa de la época.
Al enviudar, dono las tierras y los dineros necesarios para la fundación del Monasterio de Santa Catalina, se recluyó en el mismo y fue nombrada primera priora, en 1579.
A lo largo de los siglos aquí ingresaros tanto monjas ricas, como otras que no lo eran. Es por ello que unas y otras vivían de distinta manera. Las primeras, disponían de auténticas viviendas en el seno del monasterio. A menudo incluían varias habitaciones y disponían de sus propios sirvientes. Desde luego, no se trataba de pequeñas celdas.
Las monjas pobres disponían, lógicamente, de mucho menor espacio. Y desde luego, no disponían de ningún séquito que las sirviese.
Lo curioso de este Monasterio de Santa Catalina de Arequipa es que no se construye según los cánones de los cenobios europeos (es decir, con una serie de espacios comunes que rodean un claustro), si no que toma como modelo, casi, el de un pequeño pueblo, con sus calles con viviendas y sus plazoletas.
Sin embargo, lo cierto es que en algunos de los rincones del Monasterio de Santa Catalina se puede observar como el cenobio fue creciendo de manera algo desordenada, añadiéndose más edificaciones a medida que el cenobio crecía.
En su momento de mayor esplendor, allá por el siglo XVIII, probablemente vivían en el Monasterio de Santa Catalina de Arequipa entre trescientas y cuatrocientas personas, contando monjas y el personal de servicio de las más acaudaladas.
VISITAR EL MONASTERIO DE SANTA CATALINA
Como os dije, hicimos la visita guiada al Monasterio de Santa Catalina de Arequipa y, ciertamente, fue una de las mejores que hicimos durante el viaje al Perú.
No voy a detallar por completo todas las estancias que se visitan durante el recorrido por el monasterio, aunque sí algunos datos. Os dejo aquí el mapa del Monasterio de Santa Catalina. Si lo queréis hacer de mayor tamaño, haced click sobre el mismo.
Por ejemplo, el Monasterio de Santa Catalina de Arequipa sorprende por sus amplios muros que le dan una gran impresión de solidez, así como por sus colores, donde predomina el marrón terroso, aunque otros espacios están pintados de azul o también encaladas en blanco.
Para edificar el monasterio se usaron sillares blancos procedentes de las canteras de los volcanes Chachani y el Misti.
A menudo, las calles, todas con su nombre que alude a ciudades españolas (calle Sevilla, Toledo o Burgos, por ejemplo), se abren a distintas plazoletas, ornamentadas en ocasiones con fuentes, al estilo de las ciudades castellanas, como la existente en la Plaza Zocodober.
Muchas de las callejuelas están empedradas y a menudo disponen de arbotantes o arcos que permiten mantener la estructura. Por ejemplo, la calleja que permite el acceso al Patio del Silencio y al locutorio, pintado de color terroso.
En el Patio del Silencio, las monjas se reunían para leer la biblia u orar el Rosario, en completo silencio.
El locutorio era el lugar donde se permitía a las religiosas comunicarse con el exterior, gracias a una doble cancela y un cilindro giratorio que permitía el paso de enseres o documentos. No hay que olvidar que se trataba de un monasterio de clausura.
Algunas de las calles se abren a bonitos claustros. El Claustro Mayor es el más importante. Está pintado de color terroso y rodeado de una arquería simple que se apoya sobre pilares. Las pinturas de las paredes hacen alusión a la vida de la Virgen María y Jesús.
Algo más pequeño es el Claustro de los Naranjos, aunque la disposición y arquitectura es bastante semejante, En este caso, está pintado de color azul. En el centro destaca la presencia de tres cruces, que aluden a la Pasión de Cristo. Ambos claustros son de la primera mitad del siglo XVIII.
Especial interés tiene la lavandería común, que disponía de veinte tinajas de barro, así como la cocina, con su pozo y su horno.
Comentar que también merece la pena subir a una azotea a la que se accede mediante unas escaleras. Desde lo alto, no solo se divisa una bonita panorámica del Monasterio de Santa Catalina, si no también del volcán Misti que domina la ciudad de Arequipa.
Y desde luego, también se accede a algunas de las viviendas, que no celdas, donde vivían las monjas de clausura más acaudaladas. Veremos que, pese a su sencillez, se trataba de espacios bastante amplios, que nada tienen que con lo que tenemos todo en el imaginario cuando pensamos en celdas monásticas.
Al visitar el Monasterio de Santa Catalina de Arequipa también se accede a la pinacoteca que incluye una colección de pinturas de temática religiosa.
Empleamos hora y media, aproximadamente, en visitar el Monasterio de Santa Catalina. Sin duda, una de las construcciones coloniales más interesantes que ver en Perú.
EL MONASTERIO DE SANTA CATALINA EN LA ACTUALIDAD
El Monasterio de Santa Catalina fue abierto al público en 1970. Sin embargo, parte de sus dependencias siguen ocupadas por una pequeña comunidad monástica femenina que nada tiene que ver con la existente en el siglo XVIII.
Apenas un par de docenas de monjas son las que habitan el Monasterio de Santa Catalina en la actualidad.
Comentarios:
6 comentarios en “Monasterio de Santa Catalina de Arequipa”