Visitar la Casamance supone uno de los momentos más interesantes de un viaje a Senegal. La Casamance es la región senegalesa que queda al sur de Gambia, el país que, en cierta manera, divide Senegal en dos.
A su vez, la Casamance se divide en Alta y Baja Casamance. Es precisamente el río que da nombre a la región, el Casamance, quien separa las dos Casamance. Nosotros visitamos, principalmente, la Baja Casamance. Es decir, las tierras que quedan justo al sur del río Casamance.
La etnia mayoritaria en la Casamance es la Diola, a diferencia del resto del país, donde los wolof son mayoría. Este hecho, junto con el habitual desprecio con que el estado senegalés, dominado a todos los niveles por las élites wolof, ha tratado al pueblo Diola, provocó el alzamiento de la región contra el gobierno central en la década de los ochenta del siglo XX. Ello acabó convergiendo primero en una gran represión del gobierno contra los rebeldes diolas, pero también contra la población civil de la Casamance. Y posteriormente, con el inicio de una lucha armada en toda regla, que se cerró en 2004 con una serie de acuerdos que, en menor o mayor medida, parecen haberse cumplido.
Tras quince años de aquellos incidentes, no se puede decir que la prosperidad haya regresado a esta región, donde siempre ha sido más bien escasa. Pero sí que lo ha hecho un cierto turismo incipiente, deseoso de conocer una región que poco tiene que ver con el resto del país. Durante los tres días en que visitamos esta zona de Senegal, pudimos conocer algunos de los lugares más interesantes que ver en la Casamance. Pero, particularmente, nos quedamos sorprendidos con la existencia de una región donde mil tonalidades de verde dominan por completo el paisaje. Un verdor solo interrumpido por los caudalosos ríos de la Casamance, muy a menudo desbordados durante la época de lluvia, los arrozales que nos recuerdan que está región está considerada el granero de Senegal y los muchísimas zonas de manglares.
QUÉ VER EN LA CASAMANCE
Nuestro recorrido por la Casamance se ciñó, básicamente, a la Baja Casamance, el territorio que queda al sur del río Casamance.
ZIGUINCHOR
Es la capital de la Casamance y una ciudad de un tamaño bastante importante, con más de 200.000 habitantes. Se trata de una ciudad tranquila y apacible y con cierto número de servicios, incluidos hoteles aceptables. Sin embargo, Ziguinchor sigue los estándares de ciudad media subsahariana: un caos generalizado y cuando llueve un poco (que en la Casamance es habitual) se convierte en un auténtico barrizal. Que buena parte de la ciudad siga sin estar asfaltada tiene parte de culpa.
Algunos de los lugares de interés que hay que ver en la Casamance se encuentran aquí, de manera que merece la pena visitarla. Por la mañana es visita obligada al mercado de pescados que se ubica a orillas del río Casamance. Los pescadores que han faenado durante toda la noche se acercan a vender la mercancía por la mañana, de manera que el mercado bulle de actividad a partir de las siete de la mañana. Pescados de tamaño medio se alternan con enormes barracudas y capitanes de más de un metro de largo. Además, miles de aves se acercan a ver el espectáculo a sabiendas que tienen asegurado su manjar diario. Cigüeñas, cormoranes, halcones, garzas o ibis son algunas de las muchas aves que por allí merodean.
Por cierto, a primera hora de la mañana el manso río Casamance nos sorprende con decenas de delfines saltarines, en un espectáculo que se prolonga hasta más allá de las 9 de la mañana.
Algo más al este, siguiendo el paseo (por decirlo de alguna manera) ribereño encontramos dos lugares también interesante: el lugar donde se ahuma el pescado y el lugar donde se construyen los cayucos para los pescadores (y también los destinados a los traficantes de personas). Algunos de ellos, enormes barcazas con capacidad para decenas de pescadores. Las mayores botes pueden pasar semanas en alta mar antes de regresar al puerto de Ziguinchor con su bote.
En Ziguinchor también visitamos la iglesia más importante que ver en la Casamance. Se trata de la Catedral de San Antonio de Padua. Es de época colonial, aunque parece que desde entonces jamás se haya restaurado, como tantos edificios del siglo XIX que vemos y veremos en Senegal. Tiene tres naves, aunque las dos laterales están cerradas por la presencia de múltiples goteras e, incluso, de desprendimientos del techo. Según parece, cada día se celebran misas en esta catedral de Ziguinchor y son bastante concurridas.
También nos acercamos a dos mercados más que tienen bastante interés. El primero, el mercado de Saint Maur des Fosses. No se trata del mejor mercado que hayamos visto, desde luego, pero la verdad es que los mercados siempre tienen interés y en especial en África. Eso sí, las malas caras si no se va con dinero por delante, tan habitual en África, se repiten también aquí. En esto, es igual que estemos en Mali, Burkina Faso, Senegal, Gambia o Kenia. Por poner un ejemplo: queremos comprar dátiles y le pedimos al vendedor que nos deje probar uno. Nos dice que ni hablar del peluquín, ante nuestra sorpresa. Durante todo el viaje seremos repetidamente testigos de este tipo de hospitalidad senegalesa. Muy diferente, desde luego, es si se va con dinero, caramelos, regalos o lo que sea por delante. Entonces todo son sonrisas. Nada que ver con países como Turquía, Irán o Omán, mucho más hospitalarios y sin esperar nada a cambio.
Después nos acercamos hasta el mercado de artesanía. En los días anteriores habíamos visitado el de Brikama, en Gambia, y la verdad es que nos había parecido bastante más justo. Pero este merece mucho más la pena. Allí tienen su trabajo un buen número de artesanos (sobre todo, talladores de madera, pero también tejedores) a los que encontramos laborando durante nuestra presencia. Al final, nos llevamos una máscara africana y un awalé, el típico juego africano.
Antes de dejar Ziguinchor aún visitaremos un último lugar. Algo que hay que ver en Casamance son sus Casas Impluvium, de las que luego os hablaré. Pues bien, en Ziguinchor se puede visitar una de ellas. Desde luego, no es histórica si no moderna, pero merece la pena. Se trata de la sede de la Alizana Franco-Senegalesa y se puede conocer tras pagar una pequeña entrada. La verdad es que la decoración es bellísima, en forma de coloridas y geométricas formas que nada tienen de senegalesas o diola y que recuerdan a las que realizan los ndebele de Sudáfrica. En la Alianza realizan cursos de idiomas, exposiciones o actuaciones musicales y teatrales e intenta dinamizar la cultura en la Casamance. La verdad es que merece la pena visitarla.
LAS CASAS IMPLUVIUM, UNA DE LAS JOYAS ARQUITECTÓNICAS QUE VER EN LA CASAMANCE.
Algo que hay que ver en la Casamance son algunas de sus Casas Impluvium. Cada vez son menos frecuentes, de manera que solo un puñado de ellas han llegado a nuestros días. Sin embargo, la singularidad de estas joyas arquitectónicas urbanas es tal que la Unesco las ha incluido en la lista indicativa del Patrimonio Mundial.
Pero, ¿Qué son las Casas Impluvium de la Casamance? Se trata de un tipo de viviendas de base circular, edificadas en adobe, con estructura de mangle y palma y con techo de paja. La singularidad de este tipo de viviendas es que presentan lo que se conoce como un doble techo: hacia fuera y hacia dentro. El techo interior permitía a sus ocupantes recoger el agua de la lluvia en un pozo existente justo en medio de la vivienda. Se trata, generalmente, de casas familiares bastante amplias, capaces de dar cabida a hasta una familia de 40 personas, en algunos casos.
Nosotros visitamos la Casa Impluvium de Niambalang. Creedme que es una maravilla en su sencillez. Al entrar a la vivienda enseguida se llega al impluvium, cuyo pozo ha sido cerrado. Desde esta zona central de la vivienda se accede a las distintas habitaciones, que son aproximadamente una media docena. Una de ellas, a la que se accede desde fuera hace las funciones de corral y otra más, también accesible desde el exterior, de cocina. La zona que circunda la vivienda se desempeña como terraza familiar, que es donde encontramos a los integrantes del núcleo familiar cuando visitamos la Casa Impluvium, Comentar que algunas de la puertas y lo que vienen a ser los marcos de las mismas, estos últimos también de adobe, están decorados con motivos geométricos.
LAS PLAYAS DE CAP SKIRRING.
Otro de los lugares que hay que ver en la Casamance es lo que a veces es conocida como el Caribe africano. Se trata de Cap Skirring, a solamente unos cinco kilómetros de Guinea Bissau.
Lo que encontramos en Cap Skirring es una maravillosa y kilométrica playa de finas arenas y aguas templadísimas, ideal para disfrutar del baño. Particularmente durante la temporada alta. Es decir, entre noviembre y marzo. Claro que nosotros visitamos la Casamance en plena temporada de lluvias, de manera que las playas (y también los múltiples hoteles de Cap Skirring) estaban desiertas. Aunque nuestra tarde en Cap Skirring fue más bien desapacible y con el cielo nublado, no dudamos, Marc y yo, en disfrutar de nuestro rato de baño en esta maravilla de playa que, según nos dicen, durante nuestro invierno, se llena de occidentales (particularmente de franceses).
A la mañana siguiente, nos acercamos hasta la playa donde llegan, a partir del medio día, los pescadores que han faenado desde primera hora del día. Pudimos disfrutar del espectáculo que supone el desembarco de sus capturas, los corrillos que se forman alrededor de las embarcaciones y las subastas a fin de quedarse con las mejores piezas. Desde luego, es otra de las cosas que hay que ver en la Casamance (y en Senegal, en general).
Después nos dimos un paseo por la zona donde se secan (y también donde se ahuman) los pescados que no serán consumidos en las próximas horas.
EL PUEBLO ANIMISTA DE KABROUSSE.
En la Casamance se profesa tanto la religión cristiana como el islam. Sin embargo, parte de la población todavía conserva sus raíces animistas.
Esto es especialmente así en el poblado de Kabrousse, el más septentrional de Senegal, ya en la frontera con Guinea. Merece la pena acercarse hasta aquí para conocer sus viviendas con fetiches, así como el fetiche común en la que vendría ser la plaza principal del poblado y que no es más que un simple descampado donde se celebran los bailes y los rituales que atañen a todo el pueblo.
Los fetiches se sitúan en la entrada de muchas viviendas, que se encuentran dispersas entre ceibas, palmeras y baobabs. Allí encontramos algunos elementos ceremoniales, como dientes a animales e instrumentos musicales.
En esta plaza principal del pueblo encontramos el fetiche principal del pueblo, como digo, también con sus instrumentes y sus dientes de animal. Nos remonta a los tiempos de Aline Sitoe Diatta, natural de Kabrousse y líder de la revolución diola contra la colonización francesa durante los años 40 del siglo pasado. Antes de ser deportada a Tombuctú por los colonizadores, esta líder espiritual dejó el fetiche a la entrada del poblado, a fin de que éste protegiera a los lugareños. Allí sigue casi 80 años más tarde, siendo el lugar más venerado de la humilde Kabrousse. Hoy, muchas de las escuelas de Senegal llevan el nombre de Aline Sitoe Diatta, como también lo recibe el ferry que cubre la ruta entre Ziguinchor y Dakar.
A la salida del pueblo nos encontramos con una larga extensión de arrozales. Algunos agricultores están labrando la tierra mientras las mujeres Diola son las encargadas de plantar el arroz. Otra imagen bucólica de la tranquila Casamance.
Antes de dejar Kabrousse, aún nos acercamos hasta su centro de salud y hasta su maternidad que, según entendemos, dispone de matrona en horario continuado. La allí presenta, se presta a enseñarnos el paritorio, las salas de cura y la de hospitalización. Cuando le explicamos que Isa y yo trabajamos como enfermera neonatal y pediatra, no duda en sacarnos algunos niños y ponernos a trabajar. Terminamos nuestro tiempo en Kabrousse revisando recién nacidos.
LAS CASAS DE DOS PISOS DE LA CASAMANCE.
Otra de las joyas arquitectónicas que hay que ver en la Casamance son sus Casas de dos Pisos o Case Étage. Se trata de viviendas de dos pisos edificadas enteramente en adobe, madera y paja. El mejor lugar para visitarlas es en M’Lomp, donde se puede conocer la que fue la primera de ellas.
Aunque una familia (en realidad, la hija de quien la edificó hace unos 50 años) sigue viviendo allí, no tiene reparo en enseñarla a los viajeros a cambio de una pequeña colaboración. La verdad es que se trata de una humilde maravilla, pues solemos tener la idea de lo perecedero de la arquitectura en adobe y allí están estas viviendas de dos pisos con sus más de 50 años de historia a sus espaldas.
En la planta baja se ubica una suerte de lobby distributivo que incluye la escalera de acceso al primer piso y una serie de graneros que nos sorprenden con sus enormes excedentes de arroz almacenado. En la planta superior se ubican las habitaciones, así como una especie de balcón que da a la parte anterior de la vivienda. La verdad es que, también en su sencillez, esta Case Étage de M’Lomp es algo que tampoco debería perderse nadie que decida visitar la Casamance.
LA ISLA DE KARABANE, UNO DE LOS LUGARES CON MÁS HISTORIA QUE VER EN LA CASAMANCE.
Si ya de por sí la Casamance es un lugar tranquilo, es en la Isla de Karabane donde esta expresión toma su máximo sentido. El islote, en la desembocadura del río Casamance, parece un trozo de tierra de casi 20 km de largo que se haya desprendido de tierra firme. Está rodeado por manglares, casi omnipresentes en Senegal. Para llegar hasta allí hemos tomado una embarcación en Elinkine, que en unos 20 minutos nos trae hasta el embarcadero que queda justo al lado del modestísimo Hotel Carabane. Es el único de la isla además de tres campements.
En Carabane el tiempo pasa despacio. Aquí, en realidad, parece no pasar nada o casi nada, de manera que nuestra tarde en la isla y la mañana siguiente la pasaremos paseando sin más, recorriendo el poblado que acoge a unos 800 lugareños y caminando por sus playas fluviales, de aguas turbias.
En el poblado nos llama la atención la altísima densidad de baobabs. También encontramos los siempre presentes mangos, ceibas o palmeras, desde luego. Los niños, aún de vacaciones hasta principio de octubre, acuden a nosotros ante nuestra presencia, mientras que los mayores están disputando un partido de fútbol en un bucólico campo de arena presidido por un par de baobabs.
Sin embargo, si Karabane es uno de los lugares más importantes que ver en la Casamance, es porque su importancia histórica es enorme. Fue en esta isla donde los franceses fundaron los primeros asentamientos comerciales en la región. Una auténtica pena que algunos de estos lugares no hayan sido conservados y no sean, hoy en día, más que ruinas. Uno de los más destacados fue el centro de reclutamiento de esclavos, que eran enviados desde Karabane a Gorée, antes de ser embarcados hacia América. Este mismo lugar fue convertido posteriormente en Escuela Especial (algo así como un reformatorio).
En Karabane es obligado acercarse hasta la iglesia bretona, que ha sido renovada hace solo un par de años, y hasta el cementerio católico, donde la tumba más famosa es la del francés Arístide Protet, fundador de Dakar, que fue enterrado de pie.
OUSSOUYE Y SU REY.
Otro de los lugares que hay que ver en la Casamance es Oussouye. Se trata de una población más o menos grande y con algunos servicios que permiten hacer noche allí (nosotros pernoctamos en el campement Chez Pierre por una noche). En Oussouye hay varios lugares de interés. En el centro se puede visitar alguna casa étage (de dos pisos) como la que hemos conocido en M’Lomp, por ejemplo. Además, unos de los barrios de Oussouye, algo más alejado del centro, está poblado por animistas que viven en viviendas unifamiliares edificadas en adobe (aunque con el habitual y feísimo techo de chapa). En el exterior de estas viviendas podemos encontrar fetiches familiares, con los habituales cráneos, mandíbulas y dientes de animales.
Sin embargo, si algo nos ha traído especialmente hasta aquí es la posibilidad de conocer en persona al Rey de Oussouye, el más importante de los 17 reyes de la Casamance. Se trata del garante de las tradiciones de los Diola animistas y un personaje altamente respetado, aunque muy humilde. Os hablaré de nuestra visita al Rey de Oussouye en otros post, donde además os contaré acerca de su significado.
Por último, en Oussouye fuimos testigos de una celebración Diola, donde aproximadamente un centenar de jóvenes estuvieron danzando durante casi una hora entera alrededor del ritmo de tambores y otros instrumentos. La verdad es que fue un hallazgo casual y no entendimos a qué se debía la celebración (nos dijeron que es la que se realiza antes de los torneos de lucha senegalesa, aunque en el época estival ésta no se suele celebrarse), pero la verdad es que fue de lo más entretenido. Los Diola, además, no pusieron reparo alguna a que asistiéramos a la fiesta.
La verdad es que son suficientes los lugares que ver en la Casamance como para dedicarle al menos 3 días enteros. Una región que fue de la que más nos gustó durante el viaje a Senegal, tanto por su cultura como por sus paisajes que, en época estival, se convierten en verdaderos vergeles.