Aveiro es una pequeña población situada 50 kilómetros al sur de Oporto. Resulta una excelente opción para dedicarle una escapada desde la capital del norte de Portugal. De esta manera, tras haber realizado en los días previos sendas excursiones a Guimaraes y el Valle del Duero, utilizamos la última jornada de nuestro viaje a Oporto y la Region Norte de Portugal a visitar Aveiro.
Llegamos a Aveiro en tren, aunque quien no quiera complicarse la vida también puede contratar una excursión organizada de medio día desde Oporto. Tardamos algo más de una hora para cubrir los 50 kilómetros que separan Oporto de Aveiro.
El centro de la población no dista más de 10 minutos, a paso ligero desde la estación de tren. En seguida llegamos a la plaza del General Humberto Delgado, donde encontramos ya lo que realmente hay que ver en Aveiro de forma imprescindible. Me refiero a sus canales.
En realidad, no esperéis encontraros con decenas de ellos, pues solo hay 4 canales en Aveiro. Pero ello ha sido suficiente para que se la conozca como la Venecia de Portugal y para que cada año atraiga a un buen número de viajeros dispuestos a conocerlos.
QUÉ VER EN AVEIRO.
LOS CANALES Y LOS MOLICEIROS.
Como decía, los canales son el principal motivo de visita a Aveiro. Son un total de cuatro y están repletos de unas embarcaciones que la verdad es que recuerdan bastante a las góndolas de Venecia, aunque son un poco mayores.
Estos botes son conocidos como moliceiros y, en su momento, eran usados para transportar las algas que eran utilizadas como fertilizantes naturales. Con el desarrollo de la química, el negocio se fue al traste. Sin embargo, ello fue parejo al desarrollo del turismo de manera que estas bonitas y ornamentadas embarcaciones fueron readaptadas para el transporte de visitantes. Los recorridos que ofrecen las distintas empresas que a ello se dedican son similares, tienen una duración de unos 45 minutos y un precio de 10 euros. Marc, con ocho años, pagó la mitad.
La verdad es que los canales son lo más bonito que hay que ver en Aveiro. Y a ello contribuye la gran cantidad de bellas edificaciones modernistas que se alzaron en sus orillas. Es lo que aquí se conoce como Arte Nova. La verdad es que hay una ruta para seguir estos edificios, pero solo hay que alzar la cabeza para darse cuenta de que son bastantes y repartidos por todo el centro de Aveiro.
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LAS SALINAS DE AVEIRO
Otro lugar que hay que ver en Aveiro son sus salinas. En la actualidad siguen funcionando como eco-museo, algo que permite que este importante testigo de una época en que la industria de la sal dio bastante prosperidad a la población haya llegado a nuestros días.
Para llegar hasta las salinas hay que seguir el canal das Pirámides durante unos 15 minutos, que es el que se sigue del Canal Central que parte desde la plaza General Humberto Delgado. Además de las muchísimas pozas rectangulares existentes en las salinas, podemos observar aquí, como la sal se acumula en grandes montones al lado de las mismas. Hoy permanecen tapadas por grandes lonas. Desconocemos la razón.
La cuestión es que, después, durante el paseo por el centro histórico de Aveiro, podremos comprar esta sal artesanal. Es un bonito recuerdo que llevarse a casa y, además, bien barato.
EL BARRIO DE PESCADORES DE AVEIRO.
Es este el barrio que queda al norte del Canal Central y de la Plaza Humberto Delgado. Muchas de las callejuelas son peatonales y se abren a plazoletas donde encontramos las iglesias de la Vera Cruz, blanca y barroca y con sendos azulejos en su fachada, o la de San Gonçalinho, que más bien es una pequeña ermita. También por aquí se ubica el mercado de pescado, que hoy permanece cerrado por ser domingo. Desde luego lo que no cierran son los muchísimos restaurantes que se ubican en el barrio. La mayoría ofrecen pescado. Particularmente el omnipresente bacalao, verdadero plato nacional portugués.
Es esta una zona donde pasear sin prisas y deteniéndose en las muchas tiendas de recuerdos donde uno se puede llevar a casa la mencionada sal artesanal producida en las salinas de Aveiro, el queso típico de la zona o unos dulces muy populares aquí: los ovos moles, de los que luego os hablaré.
LA CATEDRAL DE AVEIRO
El edificio religioso más importante que hay que ver en Aveiro es el de su catedral. No os penséis que se trata de un templo de grandes proporciones ni especialmente monumental. Pero la verdad es que merece acercarse hasta aquí, pues no dista más de diez minutos a pie desde la plaza Plaza Humberto Delgado.
Esta iglesia fue alzada en el siglo XV por orden del infante Don Pedro, aunque ha sufrido bastantes remodelaciones. Su interior es una auténtica amalgama de estilos, incluyendo algunos renacentistas o varios retablos barrocos. Llama la atención la existencia de dos órganos bien distintos: uno antiguo y otro, contemporáneo.
LOS OVOS MOLES, EL DULCE TÍPICO DE AVEIRO
Durante nuestro paseo por Aveiro nos damos cuenta de que la práctica totalidad de tiendas de souvenirs, que no son pocas en esta población tan turística, venden unos dulces que no habíamos encontrado en ninguna parte. Se llaman ovos moles y nos dicen que se trata de una pasta de yema de huevo recubierta de una fina capa de oblea. En cierta manera sería el homólogo portugués a las españolas yemas de Santa Teresa y, como aquellas, tienen origen conventual.
La verdad es que no nos resistimos a probarlos y resulta que están riquísimos. De esta manera, aprovechamos que hoy es nuestro último día de viaje y estamos en modo “hay que traer algo para casa” para cargar con una cajita de 250 gramos de estos dulces que, además, no resultan nada caros.
Tras almorzar en sencillísimo Restaurante Bolide (rico, abundante y barato, aunque tanto el anciano dueño como la más joven camarera nos resultan antipáticos, algo bien raro en Portugal), damos una última vuelta por Aveiro antes de regresar a Oporto.
Creo que si tenéis un día que os sobre en Oporto, os puede merecer la pena acercaros hasta aquí. La ciudad es bonita y, además, hay suficientes lugares que ver en Aveiro como para dedicarle 3 o 4 horas, bien buenas. Sin embargo, también os diré que antes merece bastante más la pena la visita a Guimaraes.