Porque Verona es para la mayoría de los turistas, precisamente esto: la ciudad de Romeo y Julieta. Sin embargo, y aunque muchos de los lugares que hay que ver en Verona hacen referencia a estos amantes, no hay que olvidar que la historia de la ciudad es rotunda ya desde la antigüedad. Particularmente desde que la ciudad se convirtiera en colonia romana a principios del siglo I aC. No es extraño, por lo tanto, que varias de las visitas imprescindibles de Verona hagan referencia a su pasado romano.
Como en todo el norte de Italia, godos, lombardos y francos se pasaron también por aquí. Sin embargo, fue durante la Edad Media, con el dominio de las distintas señorías empezando por la de los Scaligeri, cuando Verona renació como importante centro comercial y artístico. Entre los siglos XV y XVIII, Verona formó parte de los dominios de la República de Venecia. Posteriormente, Napoleón toma la ciudad antes de que ésta fuera transferida al Imperio Austrohúngaro, para terminar formando parte de la Italia unida a partir de 1866.
En este post os hablaremos de los lugares más importantes que hay que ver en Verona. Una ciudad, por cierto, que también forma parte del Patrimonio de la Humanidad.
DÓNDE DORMIR EN VERONA
QUÉ VER EN VERONA.
LA VERONA ROMANA.
Como decía, Verona fue colonia romana desde antes de la Era Cristiana. No es extraño pues, que algunos de los vestigios de aquella época sean algunos de los monumentos más importantes que ver en Verona.
El más significativo es, desde luego, el Anfiteatro o Arena de Verona. Se trata de uno de los mayores y mejor conservados anfiteatros que han llegado a nuestros días. En su momento de mayor esplendor podía acoger hasta 30.000 espectadores que se daban cita para disfrutar de los conocidos espectáculos de gladiadores. 2000 años más tarde, la Arena sigue en activo. En este caso, siendo la sede de un fabuloso Festival de Ópera que se celebra verano tras verano.
La verdad es que los anfiteatros romanos son unos monumentos que tienen cierto duende y el de Verona no es una excepción. Merece la pena subir a lo alto de las graderías para disfrutar de una panorámica completa de la elíptica construcción.
Sin embargo, no es la Arena el único vestigio romano que hay que ver en Verona. Menos impresionante es el viejo Teatro Romano, que se alzó a orillas de Adigio aprovechando las laderas del monte San Pedro. En la actualidad forma parte del Museo Arqueológico que, aunque dispone de algunas piezas de interés no está a la altura de otros museos arqueológicos de Italia.
Más impresionante que el teatro resulta el Arco del Triunfo de Verona o Arco de los Gavi, que se alza justo al lado del Castillo de Verona. Fue construido durante el siglo I por parte de una influyente familia local, los Gavi. De hecho, los nombres de cuatro miembros de esta poderosa dinastía están inscritos en este arco triunfal. También está inscrito el nombre del arquitecto que lo diseñó, algo poco habitual en la arquitectura romana. Fue Lucio Vitruvio Cerdone.
Los dos frentes principales están conectados por dos arcos menores. En cada uno de los frentes existen dos nichos, uno a cada lado de los fórnix, donde se disponían cuatro estatuas de la familia de los Gavi.
Tampoco os tenéis que perder dos puertas que datan de la época romana: la Puerta de los Leones y la Puerta Borsari. Esta última, integrada perfectamente en la ciudad actual al inicio del Corso Porta Borsari. Es del siglo I y, probablemente, era una de las puertas principales de la ciudad romana, dando acceso al decumanus maximus.
LA VERONA DE ROMEO Y JULIETA.
Y tras la Verona romana, la Verona de Romeo y Julieta. Desde luego, varios de los lugares que hay que ver en Roma hacen referencia a estos célebres personajes que William Shakespeare popularizó en una célebre novela que lleva el nombre de los populares amantes.
Parece que tanto Romeo como Julieta podrían haber existido, podrían haber sido veroneses y podrían haber formado parte de dos familias enfrentadas entre sí: los Montesco y los Capuleto. Y escribo podría porque parece que todo aquello que envuelve a Romeo y Julieta nada en el mar de las dudas. De esta manera, si bien es cierto que Shakespeare sitúa su novela en Verona, no lo es tanto que ni los Montesco ni los Capuleto vivieran en esta ciudad y ni tan siquiera, que fueran rivales.
Sea como sea, lo cierto es que Verona sabe explotar el filón Romeo y Julieta. Y particularmente, el de ella, pues se le buscó una pequeña mansión en Via Capello, de corte medieval y varios pisos, que no se dudó en bautizar como Casa de Julieta y que se ha convertido en un auténtico lugar de peregrinación de amantes de todo el mundo. Y de no amantes, desde luego. Pues, ¿Quién puede resistirse a visitar la Casa de Julieta? Y, más aún: ¿Alguien puede resistirse a fotografiarse en el balcón de piedra del patio interior del palacete cual Julieta esperando a su amado?
En fin, que la Casa de Julieta es, qué duda cabe, uno de los lugares imprescindibles de Verona por más que su interior no tenga mucho interés (más allá de la existencia de algunos muebles de época y una pequeña exposición sobre el libro de Shakespeare) y por más que, a todas luces, Julieta jamás viviera aquí.
Por cierto, parece que tocar el pecho derecho de la estatua de bronce de Julieta que localizaréis en el patio de su casa (raro que para esto no deba pagarse entrada), asegura suerte eterna en los temas amorosos. De manera que toca esperar turno a fin de inmortalizar el momento.
El segundo de los lugares que hay que ver en Verona en relación a Julieta nos lleva al final de su vida. La protagonista del romance tiene su tumba en el Convento de San Francisco del Corso. En una celda han situado un sarcófago de mármol rojizo y abierto que habían encontrado en el huerto del antiguo convento capuchino. Desde luego, las evidencias de que la tumba pertenezca a Julieta son nulas, pero la leyenda nos indica que allí se encuentra.
Salvando las distancias y, que los más devotos me disculpan estas palabras, el acto de fe en relación a los lugares que hacen referencia a la vida y la muerte de Julieta no se apartan mucho del acto de fe que hay que hacer en la Ciudad Vieja de Jerusalén a fin de dar como ciertos, en este caso, cada uno de los lugares que se atribuyen a la vida de Cristo en la Ciudad Santa.
Bastante más interesante que la tumba de Julieta me parece el Museo degli Affreschi, o de los frescos, que se encuentra en mismo complejo conventual.
LA PLAZA DEL’ERBBE Y LA PLAZA DEI SIGNORI.
Estas son las dos grandes plazas que hay que ver en Verona. Se encuentran en el centro histórico de la población, son las más monumentales y representaban lo más importante del poder civil de la época.
En la Plaza de las Hierbas (que eso significa del’Erbbe) se instaura un pequeño mercado que vende, a partes iguales, mercancías para los turistas y para los lugareños. Está repleto de torres, palacetes, fuentes y demás ornamentaciones que la convierten en la más bella de la ciudad.
El edificio más emblemático es la Torre de los Lamberti, que es su momento fue una torre privada mandada alzar por una de las familias más ricas de Verona. La original del siglo XII medía 37 metros y fue derribada por un rayo. La actual, de 1403 se alza hasta los 84 metros de altura, lo que la convierten en el talaya perfecta para disfrutar de Verona desde las alturas. No os la perdáis. Nosotros subimos a pie los casi 300 escalones que llevan al mirador (otro existente algo más arriba permanece cerrado en la actualidad). También tenéis la oportunidad de subir en ascensor.
Desde arriba se distinguen con claridad todos los grandes edificios que hay que ver en Verona, incluidos el anfiteatro o las grandes iglesias de la ciudad.La Torre forma parte del
Palazo de la Razón, sede del tribunal de la ciudad y máximo exponente del poder político de la Verona medieval.
Desde luego no es este el único palacio de esta plaza de las Hierbas. Otro es el Palacio Maffei, considerado el primer palacio barroco de la ciudad. Junto a éste destaca otra torre, algo menos alta que la Torre de los Lamberti. Es la Torre del Gardello o de las Horas.
Dos columnas que nos recuerdan los años de dominio veneciano y una bonita fuente ornamental forman parte de la decoración de la plaza más bonita de Verona.
Pasamos por debajo del Arco de la Costa que une el Palacio Comunal con el Palacio de la Razón para pasar a la segunda de las grandes plazas que hay que ver en Verona: la plaza del Signori. Pendiendo del arco, por cierto, encontramos un hueso de ballena que los veroneses atribuyen al mismísimo diablo.
La plaza de los Sigmori se convirtió en el centro político en la época en que la ciudad formaba parte de los dominios de los Scaligeri y, también, durante el periodo de dominación veneciana. Se trata de una plaza cuadrada, más pequeña, pero sumamente elegante y con varios palacios de interés. Uno de los edificios más significativos es la que es conocida como Casa de los Montecchi, es decir la casa de la familia del famoso Romeo. Otros edificios de la plaza son el Palacio de Casignorio y el Palacio de Cangrande. En el centro, encontramos una estatua dedicada al autor de la Divina Comedia, Dante Aligheri, que encontró acomodo en Verona tras exiliarse de Florencia.
Desde este punto hay que acercarse hasta el Arche Scaligere, un delicioso cementerio privado para esta rica familia. Aunque es privado y no se puede visitar su interior, no tendréis problema en verlo desde fuera.
LAS 4 IGLESIAS DE VERONA.
Desde luego son mucho más que 4 las iglesias que hay en esta ciudad. Sin embargo, son 4 los templos que hay que ver en Verona de forma inexcusable. Aunque, para ello, probablemente requiráis de una segunda jornada en la ciudad.
La primera iglesia, que en realidad son dos, es la Catedral o Duomo. Se trata de un templo a medio camino entre el gótico y el románico que se alzó a partir del último tercio del siglo XII sobre las ruinas de unas antiguas iglesias paleocristianas. En la portada occidental nos llama la atención una estructura que ya hemos visto en Santa Maria Maggiore de Bérgamo. Una especie de soportal sobre columnas que disponen de sendos leones como basamento. Nos recuerdan al pasado veneciano de Verona. El interior, como siempre en Italia, es espectacular.
Sin embargo, casi tan bella como el Catedral es la casi anexa Iglesia de Santa Elena, que se visita con el mismo billete del Duomo y que forma un conjunto junto al Baptisterio. La iglesia de Santa Elena es del siglo IX aunque fue restaurada en el XI. Lo curioso es que en el subsuelo del templo y visible para el visitante encontramos las excavaciones arqueológicas que corresponden a una iglesia palocristiana ya documentada en el siglo IV.
Junto a la iglesia de Santa Elena visitamos el Baptisterio de San Giovanni in Fonte, otro templo románico del siglo XI cuya maravilla la debemos encontrar en la fuente baptsimal que data del siglo XII y que está maravillosamente esculpida.
La segunda de las iglesias que hay que ver en Verona es la de Santa Anastasia, un precioso ejemplo del gótico veronés, de finales del siglo XIII. El conjunto es muy armonioso y estaba bajo el cuidado de los monjes dominicos. La verdad es que lo más simple es la fachada principal que desmerece por completo el fantástico interior con columnas de mármol rojo veronés sosteniendo las tres naves. La bóveda de crucería está decorada con motivos florales y la ornamentación de las distintas capillas es fastuosa.
No menos espectacular resulta San Fermo que, nuevamente, se trata de un conjunto de dos iglesias. En este caso, la inferior y la superior. Los templos fueron alzados a partir del siglo XI donde ya existía un templo paleocristiano desde el siglo V y que recordaba los santos martirizados Fermo y Rústico.
La iglesia inferior, de planta basilical y estilo románico, es de una simpleza maravillosa. Aunque inicialmente se trataba de un templo de tres naves, la del medio se dobló gracias a un conjunto de columnas. Buena parte de ellas conservan la decoración original del siglo XIII a base de frescos. La Virgen Amamantando y el Bautizo de Jesús son los más bellos. La iglesia superior es mucho más espectacular con una decoración que quita el hipo. Aquí la simpleza se ha dejado de lado y el conjunto ornamental es rico y fastuoso, con un buen número de capillas de aquellas a las que a uno se le acaban los adjetivos. Creo que la más bella es la dedicada a San Antonio con el conjunto de frescos que se han recuperado en la restauración de 2004 y que nos cuentan la vida de San Antonio de Padua.
La última de las 4 iglesias que hay que ver en Verona es la de San Zeno, otra maravilla del románico que se divide en tres niveles: la cripta, que conserva el cuerpo del santo, el presbiterio y la nave.
Y con las 4 iglesias termino esta lista de lugares que hay que ver en Verona en 2 días. Una ciudad que no defrauda más allá de los mitómanos perseguidores de Romeo y Julieta y con un buen número de monumentos que convierten esta población véneta en una de las ciudades más bellas del norte de Italia.