Qué ver en Turín en 3 días. ¿Da para tanto la capital del Piamonte italiano? Lo cierto es que aunque llevaba un tiempo controlando los vuelos a Turín, muy baratos desde Barcelona, no acababa de decidirme. ¿Realmente merecía la pena esta ciudad con fama de gris e industrial? Pues bien, tras regresar os puedo asegurar nos hemos llevado la sorpresa del año. No solo hay mucho que ver en Turín si no que dedicarle un mínimo de 2 o 3 días se hace necesario si se quiere disfrutar con algo de profundidad.
Enormes museos que están entre los mejores del mundo en su especialidad, palacios reales cuyas salas parecen sacadas del mismo Versalles, bonitas iglesia barrocas, elegantes vías peatonales y porticadas repletas de señoriales cafés y un ambiente desbordante es lo que hemos tenido la oportunidad de disfrutar estos 3 días en Turín.
TURÍN EN UNA PEQUEÑA RESEÑA HISTÓRICA.
Antes de que os cuente los lugares más importantes que hay que ver en Turín permitidme tres pinceladas sobre su historia.
Turín fue probablemente fundada por tribus célticas establecidas a orillas del Po en el siglo III aC. Aquel enclave pasó a manos romanas en época de César Augusto. Fueron los tiempos de Castra Taurinorum. Entre los monumentos que hay que ver en Turín poco queda de esta época si exceptuamos la extraordinaria Porta Palatina y algo de su teatro.
A partir del siglo VI, Turín se convierte en un ducado lombardo que, un par de siglos después es anexionado a Francia tras la conquista de Carlomagno. Sin embargo, la población se convierte en ciudad libre en el siglo XII.
El gran momento de Turín está por venir. En el siglo XVI, llega Emmanuele Filiberto de Saboya que tras derrotar a los franceses en San Quintín, traslada a Turín la capital de sus estados desde Chambery. La ciudad se reurbaniza y convierte en una población moderna. En la capital del Ducado de Saboya trabajarán los mejores arquitectos del momento que dejan aquí su impronta. Desde luego, las más importantes iglesias y palacios que hay que ver en Turín se remontan a aquellos tiempos.
A principios del siglo XIX es Napoleón quien asediará la ciudad, de manera que los Saboya tienen que dejar Turín. Sin embargo, tras la derrota del francés por parte de la alianza paneuropea propicia el regreso de los Saboya a su capital en tiempos de Victorio Emanuel I.
Los años siguientes son los del Resurgimiento, el momento histórico que terminará con la Unificación italiana. El 1861 se inaugura en Turín el primer parlamento fruto de la Unificación Italiana. Aún se puede visitar en el Palacio Carignano, siendo uno de los lugares históricos más importantes que hay que ver en Turín. Sin embargo, a los pocos años la capital fue transferira. Primero a Florencia y luego a Roma.
El siglo XX es el siglo del desarrollo industrial de la ciudad. Propiciada, principalmente, por la fábrica de automóviles FIAT, que tiene en la capital del Piamonte su sede principal. Turín multiplica casi por 10 su población en solamente 100 años.
Sin embargo, poco queda de aquella ciudad gris e industrial de mediados del siglo XX. En los últimos lustros, y particularmente desde que fuera designada sede la Olimpiada de Invierno de 2006, Turín se ha revitalizado de forma espectacular. El ambiente que en sus calles de respira nada tiene que envidiar a ciudades como Milán, Roma o Florencia. Sus palacios, su diversificada apuesta artística o museística, o sus cafeterías y trattorias y osterías la convierten en una de las ciudades más interesantes para pasar un fin de semana. Hay tanto que ver en Turín que, probablemente, os pase como a nosotros: tras programar tres días en ella nos hemos dado cuenta que quizá son solo suficientes para conocer la ciudad superficialmente.
QUÉ VER EN TURÍN EN 3 DÍAS.
Ahora sí, paso a relatar los lugares más importantes que hay que ver en Turín en 3 días.
PIAZZA CASTELLO.
En esta enorme plaza podríamos situar el centro histórico de Turín. Aquí convergen varias de las vías más importantes de la ciudad, incluidas Vía Garibaldi, Vía Roma y Vía Po; además, en Piazza Castello se localizan varios de los lugares más importantes que hay que ver en Turín. Justo en medio de la plaza se localiza, por ejemplo el Palacio Madama, del que luego hablaré. También en Piazza Castello se ubica la Oficina de Turismo, donde os proporcionarán un plano de la ciudad y la información que requiráis.
Así mismo, en una de las esquinas se ubica una de las iglesias imprescindibles de Turín: San Lorenzo. Es una obra de Guarino Guarini, un arquitecto que se encargó de varios de los proyectos más importantes de la ciudad y es una joya del barroco que no os debéis perder. Los frescos de su interior son una maravilla, pero el aspecto más original del templo es su cúpula octogonal, que está considerada una obra maestro del estilo.
En esta Plaza Castello también podéis hacer un receso en alguna de las varias cafeterías históricas que aquí se ubican. Se trata de establecimientos cuyo precio de consumición va parejo a su solera. A menudo, cafés con más de 200 años de antigüedad y que tuvieron como clientes a los más relevantes protagonistas del Risorgimento. En esta plaza tenemos, al menos, dos de estas cafeterías de inevitable visita: el Café Mulassano y el Milano&Baratti. Este último parece más un palacete que una cafeetria. Sin llegar a la suntuosidad del Café New York de Budapest, la verdad es que es francamente espectacular.
PALACIO REAL DE TURÍN.
La Piazza Castelo se abre a la Piazzeta Reale, que es donde se ubica el monumento más importante que hay que ver en Turín. Me refiero al Palacio Real, que fue alzado a mediados del siglo XVII y que forma parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad, junto a otras residencias reales de los Saboya.
Poco tiene que envidiar este maravilloso palacio a otros grandes palacios reales europeos. Desde luego, los Saboya no se conformaron con poco. El estilo barroco es el predominante en un palacio que es profuso en dorados, frescos y espejos, como no podría ser menos. Más allá de las preciosos Apartamentos Reales, la estancia más espectacular de todas es la de la Armería. Una auténtica maravilla, repleta de frescos y dorados como no hay otra en todo el palacio Y donde se disponen multitud de armas, armaduras e incluso los mismos caballos de los reyes, a los que se les extrajo la piel para recomponerla sobre maniquís de madera.
Sin embargo, el Palacio Real es mucho más que el palacio en sí mismo. La misma entrada otorga la posibilidad de visitar la Galería Sabauda, una pinacoteca donde encontraremos un buen número de lienzos de maestros italianos y del restoo de Europa, el Museo Arqueológico, la Biblioteca Real o la Capilla de la Sindone. Esta última, también una obra de Guarino Guarini, edificada para acoger el Santo Sudario, una de las reliquias más importantes del Cristianismo.
El Palacio Real así como todos los museos que incluye está incluido en la Tarjeta Torino+Piamonte Card que debeís adquirir si vais a visitar Turín.
PALACIO MADAMA
Regresamos a la Piazza del Castello para visitar el Palacio Madama, otro de los lugares que hay que ver en Turín de forma imprescindible. Este palacete es el resultado de la evolución a través de los siglos. La Puerta Decumana de la época Romana fue convertida en fortaleza medieval. Finalmente, a partir del siglo XVI se convierte en una de las residencias de los Saboya. El nombre de Palacio Madama le viene dado porque era el habitualmente usado por las señoras reales de los Saboya. Al igual que el Palacio Real, forma parte del Patrimonio Mundial.
Lo que llama poderosamente la atención es su gran fachada barroca añadida a partir de 1721. Sin embargo, por detrás de esta fachada podremos observar que el palacio sigue pareciendo un castillo.
El interior del Palacio Madama desempeña las funciones de Museo Municipal de Arte Antiguo. Aquí podremos ver desde pintura gótica o renacentista hasta mosaicos romanos o una rica colección de porcelanas de distinta procedencia.
MUSEO EGIPCIO DE TURÍN.
El Museo Egipcio es el más importante que hay que ver en Turín. No es de extrañar, pues no hay mayor museo de arte egipcio en todo el mundo más allá del Museo del Cairo. La colección es extraordinaria e incluye todo tipo de momias, sarcófagos, papiros, estatuas, ajuares fúnebres y amuletos de las distintas épocas de la Historia de Egipcio. Me atrevería a decir que solo por visitar el Museo Egipcio ya merece la pena venir a Turín. Eso sí, si no habéis comprado la entrada por anticipado (lo podéis hacer aquí, con la audioguía en español incluida), preparados para hacer una larga cola antes de entrar.
Se trata de un museo fundado hace casi 200 años por iniciativa de Carlo Félix de Saboya, quien en 1824 compró la colección del cúnsul francés de Egipto, Bernardino Drovetti.
El Museo Egipcio de Turín es una maravilla que nadie se debe perder. Por cierto, con la entrada se incluye una audioguía en varias lenguas (también en español) que permite profundizar en el conocimiento de las piezas más importantes. Eso sí, prepararos para hacer una buena cola antes de poder entrar.
CATEDRAL DE TURÍN.
El Duomo de Turín debe ser uno de los menos espectaculares de Italia. Nada que ver con las Catedrales de Florencia o Milán, por ejemplo. Se trata de un templo renacentista dE finales del siglo XVI.
Sin embargo, si algo hace imprescindible el Duomo de Turín es que aquí se conserva el Santo Sudario. Es decir la Santa sábana que envolvió a Cristo cuando fue enterrado. Esta tela de lino de 440 centímetros de la largo tiene grabada la figura de un hombre que fue crucificado y torturado y que la leyenda y la fe cristiana atribuyen a Jesucristo.
Sin embargo, el Santo Sudario no está habitualmente a la vista de los curiosos si no que se conserva en una vitrina y solo es visible en algunas ocasiones. Se trata de las “ostentaciones” permitidas por el Santo Padre solo en determinadas circunstancias.
Por cierto, desde lo alto del campanario de la Catedral, al que se accede desde el Museo Diocesano (está incluido en la imprescindible Torino+Piamonte Card) se disfruta de unas maravillosas vistas de todos el centro histórico de Turín.
PORTA PALATINA
Entre los muchos lugares y monumentos que hay que ver en Turín poco queda de su pasado romano. El más importante es quizá la espectacular Porta Palatina, que era la puerta de acceso principal al castro romano de Augusta Taurinorum.
La puerta está flanqueada por dos torres de unos 30 metros de altura y está realizada con piedra y ladrillo. La puerta daba acceso al Decumanus Máximus de la ciudad romana. Enfrente de la puerta encontramos dos estatuas que representan a Julio Cesar y César Augusto.
Bien cerca de la porta Palatina se encuentran los restos del antiguo teatro romano de la población. Tenía capacidad para 3000 personas, aunque es bien poco lo que ha llegado a nuestros días.
MOLE ANTONELLIANA Y MUSEO DEL CINE
Otro de los monumentos que hay que ver en Turín de forma obligada es esta enorme edificio conocido como la Torre Antonelliana. Fue alzada en 1863 con idea de que fuera la Sinagoga de Turín.
La enorme bóveda y la gran aguja que de ella parte es uno de los símbolos de la ciudad, a la par que el más alto de todos los edificios de Turín, pues se alza hasta los 167 metros de altura. Lo cierto es que parece que a los israelitas no les gustó el diseño, de manera que acabaron cediendo el proyecto al ayuntamiento que es quien lo termino.
En la actualidad es la sede uno de los grandes museos de Turín. Me refiero al Museo Nacional del Cine, al que solo le pudimos dedicar un par de horas y que merece muchísimo la pena. El espacio explica la historia del Séptimo Arte, con todo tipo de objetos que hacen las delicias de los amantes del cine.
No pudimos subir a lo alto de la Torre, desde donde se deben tener unas vertiginosas vistas de toda la ciudad y los alrededores. En las dos ocasiones en que lo intentamos teníamos más de tres horas de cola ante nosotros.
PALACIO CARIGNANO
El Palacio Carignano es otro de los lugares que hay que ver en Turín y que forman parte de la lista del Patrimonio Mundial, como uno de los palacios de los Saboya en el Piamonte. Se trata de otra obra de Guarino Guarini, del que ya hemos hablado, construida en ladrillo. Al menos la mayor parte, pues la fachada posterior, la que da a la plaza Carlo Alberto, no tiene nada que ver con el resto del edificio, pues ya es un añadido del siglo XIX.
La cuestión es que este palacete está considerado una de las más importantes obras del barroco turinés a la par que fue el lugar de nacimiento de Carlos Alberto y su hijo, Victorio Emanuel II, que a la postre se convertiría en el primer rey de Italia.
El palacio Carignano se visita en dos partes. Una de las zonas, la más amplia, es la sede del Museo del Risorgimiento. Aquí se narra el procesó que terminó en la fundación de Italia como estado. Para los menos interesados en este movimiento histórico, lo más curioso es que la visita incluye la del Parlamento Subalpino, que fue el primero de la Italia unificada, antes de que la capitalidad se desplazara a Florencia (y luego, a Roma).
Posteriormente, visitamos los Apartamentos de los Príncipes, que son las estancias más espectaculares y decoradas al estilo de los grandes palacios. Entre las distintas habitaciones que recorremos, que en realidad son pocas, destaca la que vio nacer al que sería el primer rey de Italia. La visita se realiza mediante un tour guiado en italiano y dura unos 45 minutos.
LOS PASEOS PORTICADOS POR TURÍN.
Más allá de los grandes monumentos que hay que ver en Turín, la capital piamontesa se trata de una ciudad para recorrer a pie y disfrutar de sus paseos. Casi todas las grandes avenidas que convergen en Piazza Castello, como vía Roma, Garibaldi o Po son o peatonales o disponen de larguísimas zonas porticadas que permiten el paseo incluso en días de lluvia o nieve.
En estas tres grandes vías, pero también en otras, se disfruta del enorme ambiente que se respira en la ciudad. Los comercios y cafeterías se suceden uno tras otro. A menudo, además, se trata de establecimientos con enorme solera y con más de dos siglos de historia a sus espaldas. A sus muchos cafés históricos como el Fiorio de Vía Po o los San Carlo, Torino o Stratta de Piazza San Carlos, se añaden todo tipo de comercios: perfumerías, farmacias, carnicería, librerías de viejo o peluquerías, de suntuosos interiores siempre.
La verdad es que estos paseos por la Turín porticada acaban siendo de lo mejor de la ciudad. Unas vías que, por cierto, suelen abrirse a grandes plazas, como Piazza Vittorio Veneto a la que se accede desde vía Po o Piazza San Carlo a la que se llega desde Vía Roma.
IGLESIA DE LOS CAPUCHINOS
Quizá la iglesia de los Capuchinos no sea una de las más bellas que hay que ver en Turín. Sin embargo, situada en una suave colina junto al centro histórico, pero a la otra orilla del río Po, dispone de un mirador desde el que se obtienen las mejores vistas de la ciudad, con el río en primer plano y los majestuosos Alpes al fondo.
No dejéis de subir hasta aquí si visitáis Turín. Desde la Plaza Vittorio Veneto, al final de Vía Po, no hay más de 15 minutos de paseo y las vistas, verdaderamente, lo merecen.
BASÍLICA DE SUPERGA
Otra de las vistas que nadie que visite Turín puede perderse son las que se obtienen desde la Basílica de Superga, que se ubica en lo alto de una montaña cercana a la capital piamontesa. Para llegar hasta allí hay que tomar un autobús o un tranvía hasta Sassi y posteriormente, un tranvía cremallera que realiza los últimos 4 kilómetros de trayecto para superar unos 400 metros de desnivel.
La Basílica de Superga fue una promesa de Vittorio Amedeo II es uno de sus peores momentos como monarca, cuando era asediado por el ejército francés. Tras la victoria encomendó las obras de esta basílica barroca de enorme cúpula al arquitecto Filippo Juvarra.
La verdad es que tanto el templo como el emplazamiento son una maravilla, con los Alpes nevados destacando al fondo de la escena. En Superga se pueden (y deben) realizar tres visitas: la subida a la cúpula, la vista a la Cripta que es donde están enterrados una sesentena de los miembros de la familia Saboya y los Apartamentos de los Reyes. Estos últimos son muy sencillos y eran utilizados por los monarcas cuando acudían a la Basílica. Las tres entradas se compran por separadas pero están incluidas en la tarjeta Torino + Piamonte que podéis adquirir aquí.
Y hasta aquí está lista de los lugares que hay que ver en Turín en 3 días. Os aseguro que la ciudad da para mucho más y si la visitáis os va a soprender de veras.