Que ver en Melilla en 2 días. La Ciudad Autónoma de Melilla es una de las grandes olvidadas por el turismo español. A ello contribuye de forma decisiva la escasez de vuelos directos disponibles desde la Península (en la actualidad, solamente los hay desde Málaga y desde Madrid).
Sin embargo, os aseguro que pasar un fin de semana en Melilla merece mucho la pena y que la ciudad sorprende para bien. Melilla la Vieja y el ensanche modernista son los dos grandes atractivos de la ciudad, de manera que la mayoría de monumentos y museos que hay que ver en Melilla se ubican en estos dos puntos.
Sin embargo, Melilla dispone también de agradables y kilométricas playas, así como algunos paisajes fascinantes como los Cortados de Aguadú. Todo ello convierte la estancia en Melilla en una verdadera sorpresa. O, al menos, esta ha sido nuestra impresión, pues esperábamos bastante menos de una ciudad que regala al visitante un enorme compendio cultural e incluso intereligioso, fruto de la convivencia entre cristianos, musulmanes y hebreos a lo largo de los últimos cinco siglos, que merece la pena conocer.
Por cierto, desde hace muy poco se programan Free tour por Melilla en español. Aunque no se realizan cada día y hay que reservarlos con antelación (podéis mirar aquí los días y reservar el tour gratis por Melilla), puede ser una muy buena idea para empezar a situarse y conocer un poco acerca de la historia de esta ciudad y de los lugares más interesantes que ver en Melilla.
MELILLA EN LA HISTORIA.
Antes de hablaros de los lugares más importantes que ver en Melilla me permitiré haceros un brevísimo repaso a su historia, así como comentaros algunos aspectos prácticos acerca de cómo visitarla.
La historia del emplazamiento de Melilla se remonta varios siglos antes (milenios, diría yo) a la llegada de los españoles. Ya los fenicios se establecieron en el norte de África para fundar Rusadir en el siglo VII aC. El dominio púnico llega a su final más de seis siglos más tarde, cuando la ciudad es incorporada al Reino de Mauretania, que finalmente sería anexionada al Imperio Romana en el I siglo aC.
También los árabes tienen su periodo de esplendor en la ciudad, estableciéndose en la plaza a partir del siglo VII, aunque su momento de máximo apogeo no llegara hasta la época de Abderramán III en el siglo X. Son las épocas de los Reinos de Taifa. La de Melilla, se integró en el Califato de Córdoba.
España pone sus pies en el norte de África a finales del siglo XV. Es Pedro de Estopiñán quien se hace con la antigua Taifa a partir de 1497 para incorporarla al ducado de Medina Sidonia, después de ser intercambiada por unos terrenos en Málaga. Finalmente, Melilla es incorporada a la Corona Española a partir de 1556.
Y desde aquél momento, el estado español ido manteniendo su dominio en este pedacito de tierra hasta el momento actual. Primero, como plaza únicamente militar y con la edificación de hasta cuatro grandes recintos fortificados (es aquí donde encontraremos varios de los monumentos y museos más importantes que hay que ver en Melilla) y, posteriormente, con la ciudad residencial que crecería a los pies de Melilla la Vieja.
CÓMO LLEGAR A MELILLA.
VÍA AÉREA.
Lo más habitual es llegar a Melilla por vía aérea, aunque el aeropuerto de Melilla solo recibe vuelos directos de Málaga y Madrid. Sólo en algunas ocasiones encontraremos vuelos directos desde otros aeropuertos españoles. Además, los vuelos no suelen ser nada baratos.
Una segunda posibilidad es volar hasta la cercana Nador, que se localiza a solo 30 km de Melilla, pero ya en Marruecos. Así hicimos nosotros, pues el vuelo de Barcelona a Nador era directo y a muy buen precio. Además, hay varias compañías aéreas que realizan este trayecto.
Para llegar a Melilla desde el aeropuerto de Nador, lo más fácil es tomar un taxi hasta la frontera de Beni Ensar (20 euros), cruzar el puesto fronterizo a pie (no tardamos más de 5 minutos) y tomar otro taxi desde el lado melillense hasta vuestro hotel (no debe costa más de 5 euros).
FERRY.
Los ferris de Transmediterránea u otras compañías unen Melilla con Málaga, Almería o Motril.
DÓNDE DORMIR EN MELILLA
La verdad es que la variedad no es mucha en cuanto a posibilidades de alojamiento en Melilla. Nosotros nos alojamos en el Hotel Tryp Puerto. Es el mejor situado, a cinco minutos andando de la Plaza de España y de Melilla la Vieja.
Las habitaciones son amplias, los servicios los propios de un hotel de 4 estrellas y el desayuno completísimo. Repetiríamos sin duda alguna. Si queréis mirar los precios o contratar lo podéis hacer aquí.
Una segunda posibilidad es hospedarse en el Parador de Turismo, situado en un cerro por encima del Fuerte de las Victorias. Lo mejor son las vistas, aunque las cuestas para llegar hasta allí nos parecen francamente matadoras. Si queréis mirar los precios o contratar lo podéis hacer aquí.
QUÉ VER EN MELILLA EN 2 DÍAS.
MELILLA LA VIEJA Y LA CIUDAD FORTIFICADA
Tras la conquista de Melilla en 1497, fue la península que corresponde en la actualidad a Melilla la Vieja lo primero que empezó a urbanizarse. O, mejor dicho, a fortificarse, pues al fin y al cabo de crear una plaza más o menos fuerte y duradera era de lo que se trataba. Es esta zona lo que se conoce como Primer Recinto Fortificado. En aquella época se alzaron los frentes de muralla, el foso de Santiago, los Aljibes o las Peñuelas. Con el tiempo, se construyeron también hasta tres recintos fortificados más, que aquí llaman el Segundo, el Tercero y el Cuarto. Y todo el conjunto forma, en realidad, Melilla la Vieja. En este sentido, el Segundo Recinto está formado por la Plaza de Armas, el Tercer Recinto lo forman las edificaciones alzadas sobre la antigua medina musulmana y el Cuarto Recinto, los Fuertes del Rosario y de las Victorias, alzados ya a partir del siglo XVIII.
Lo más interesante es el Primer Recinto, que se sitúa en esta Península cuyos acantilados suponían, de por si, una autentica defensa natural en varios de sus flancos.
El Primer Recinto y los Museos de Melilla.
Subimos a Melilla la Vieja por la Puerta de Marina, que en su momento daba directamente al frente marítimo, hoy ganado al mar en varias decenas de metros. Por cierto, enfrente de la Puerta d Marina se ha ubicado una pequeña embarcación que es un homenaje a los últimos marineros que hubo en Melilla.
Enseguida llegamos a la Plaza de los Aljibes, una de las más bellas que hay que ver en Melilla la Vieja. Aquí se ubica un gran aljibe de 13 metros de profundidad que recogía el agua de la lluvia y que se encargaba de abastecer la Ciudad Vieja. A ambos lados del aljibe se localizan sendos decantadores. La verdad es que Melilla la Vieja ha sido objeto de un profundo proceso de restauración en los últimos 30 años y los aljibes no han sido ajenos a ello, de manera que en la actualidad lucen como hace siglos.
En esta plaza de los Aljibes y con sus fachadas dando a la rampa de acceso a la Plaza de Estopiñán encontramos los Almacenes de las Peñuelas. Se trataba de unos almacenes militares, como varios que iremos encontrando durante nuestro paseo.
En la actualidad, los Almacenes de las Peñuelas son la sede de dos de los museos más interesantes que hay que ver en Melillla. Y, como todos ellos, gratuitos. Se trata del Museo de Historia y del Museo Amazigh y Sefarad. El Museo de Historia nos muestra, valga la redundancia, la historia de la ciudad de Melilla desde mucho antes de la llegada de los españoles a finales del siglo XV. Se han encontrado restos prehistóricos de la época neolítica, aunque posteriormente fueron los fenicios quienes ocuparon la plaza. Fueron los tiempos de Rusadir. Posteriormente, mauretanos, íberos y romanos dejaron también su impronta antes de que las huestes islámicas ocuparan la que por aquel entonces era conocida como la ciudad de Malila. El museo nos muestra objetos pertenecientes a las distintas culturas que han ocupado este pedacito del norte de África.
El Museo Sefardí y Amazigh nos muestra el homenaje a estas dos riquísimas culturas que siguen formando parte de la Melilla más contemporánea. No hay que olvidar que los hebreos, que así se les llama habitualmente en Melilla, forman un comunidad relativamente importante en la ciudad y han contribuido a la prosperidad de la misma desde su llegada. Una pena que no tengamos la oportunidad de visitar la Sinagoga Or Zaruah por permanecer cerrada durante nuestra estancia en la ciudad. Por su parte, la cultura bereber o amazigh, como no podría ser de otra manera, forma parte de manera indisociable de la Melilla más actual. El museo hace un repaso de su cultura y sus tradiciones.
Ni treinta metros separan la Plaza del Aljibe de la Plaza de Estopiñán, que recibe el nombre del conquistador de Melilla, en 1497. Aquí se ha ubicado la estatua que nos recuerda al personaje, aunque más atractivas resultan las vistas que se tienen, desde aquí, del puerto de Melilla y del ensanche de la ciudad. También en esta plaza visitamos el Museo Español de Arte Contemporáneo o Museo Ibánez, que presenta una muestra de arte más que aceptable en histórica Torre de la Vela. Nos sorprendemos, sobretodo, con su riquísima colección de grabados de Goya así como otras obras de Mariano Fortuny, Salvador Dalí (algunas litografías) o Raimundo de Madrazo. El museo es también de acceso gratuito.
Seguimos nuestra ruta por Melilla la Vieja y, concretamente, por el Primer Recinto situado en lo alto del promontorio. Lo hacemos siguiendo lo que podríamos denominar el Camino de Ronda que sigue a las murallas en el sentido antihorario, de manera que nos vamos encontrando con distintos baluartes y torreones como el de las Cabras, el de Bernal Francés, el de las Pelotas o el de Bonete, donde se ubica también el Faro de Melilla. Todos estos torreones y baluartes se sitúan en el frente este del Peñón.
Nuestro siguiente objetivos son las Cuevas del Conventico, otro de los lugares que hay que ver en Melilla de forma ineludible. Se trata de un conjunto de cuevas y grutas, algunas naturales y otras horadadas de forma artificial, que fueron utilizadas en distintas épocas a fin de poder esconderse durante momentos de avance del frente magrebí.
Las Cuevas del Conventico han sido restauradas hace poco tiempo y se visitan en tours guiados (varios al día), también gratuitos. La verdad es que sorprende saber que Melilla la Vieja se encuentra completamente agujereada por dentro, con multitud de túneles, recovecos y espacios. La visita nos lleva desde lo alto del fortín hasta la playa de Trapana, una de la más bellas que ver en Melilla. La arena ha sido sustituida por conchas en esta ocasión, pero el color de las aguas nos remite directamente a las playas caribeñas.
Nuestra siguiente parada la realizamos en el baluarte de la Concepción, que es donde se ubica el Museo de Historia Militar. La verdad es que nuestro interés por todo el tema militar es más bien reducido, de manera que tras dar un rápido vistazo al museo donde se explica parte de la historia militar del norte de África nos recreamos con las maravillosas vistas que desde lo alto del baluarte se obtienen.
Terminamos nuestra visita al Primer Recinto de Melilla la Vieja saliendo por la restaurada Puerta de Santa Ana, que da a la capilla gótica de Santiago, y ésta, a la Puerta de Santiago, que dispone de un puente levadizo que conecta con el Segundo Recinto. Justo desde este punto se observa una bella vista de una caleta que se sitúa entre el Primer y Segundo Recinto. Por cierto, d esta capilla de Santiago cuentan que es la única capilla gótica de África.
El Segundo y el Tercer Recinto
Este Segundo Recinto de Melilla la Vieja ya es menos interesante. Aquí se localiza la conocida como Plaza de Armas. En esta zona se dispusieron los baluartes de San Juan y San José. Salimos por la Puerta de Hornabeque para darnos cuenta del tremendo foso que rodea el segundo recinto. Al acceder al Tercer Recinto encontramos otros baluartes y torres, como la Torre de la Alafia y los baluartes de las Cinco Palabras y de San Fernando.
En cualquier caso, más que ir enumerando puertas, flancos, frentes, baluartes, fosos y torres, lo que realmente maravilla es el conjunto monumental completo, realmente bien reconstruido.
EL ENSANCHE Y LA RUTA DEL MODERNISMO EN MELILLA
Cuentan las guías que Melilla es la segunda ciudad de España en número de edificios modernistas. Incluso se atreven a escribir que solo hay dos ciudades en todo el mundo que la superen en este particular: Barcelona y Praga. Y la verdad es que, con unas 900 construcciones modernistas, el ensanche Melilla nos pareció un barrio francamente memorable.
La Melilla modernista nace de la necesidad de ampliar la ciudad más allá de la ciudad intramuros. Estamos a finales del siglo XIX y la presión demográfica obliga a ampliar la zona residencial. Es en esta época cuando se diseña la Plaza España, que acaba por convertirse en uno de los centros de la Melilla del siglo XX y en uno de los vértices del llamado triángulo del modernismo en Melilla.
Es en 1909 cuando se establece en Melilla el arquitecto catalán Enrique Nieto Nieto, que bebe de las fuentes modernistas aprendidas en la Barcelona de Gaudí y de Domènech i Montaner.
Es Enrique Nieto quien se encargará de convertir Melilla en una de las ciudades más importantes en cuanto a modernismo se refiere. En este sentido, la mayor parte de edificios que hay que ver en Melilla de estilo modernista llevarán su firma. Se trata, sin embargo de un modernismo que irá cambiando con los años, particularmente a partir del que Nieto sea nombrado arquitecto municipal de Melilla. En este sentido, si bien los primeros años de la arquitectura de Nieto recuerdan al modernismo catalán (particularmente al domenechiano) con edificios de bellas formas como la Cámara de Comercio, el Economato Militar y el Edificio Melul, posteriormente virará al de raíces historicistas (como en la Sinagoga Or Zoruah o en la Casa de los Cristales), al estilo secesión y, finalmente, el art déco, a partir de los años 30, con el edificio del Ayuntamiento o Palacio de la Asamblea, en la Plaza España, como edificio más emblemático.
Todo este conjunto de edificios y muchísimos más se localizan en el Triángulo modernista de Melilla, cuyos lados lo forman las Avenidas Juan Carlos I, Reyes Católicos y General Marina. Sin embargo, también los aledaños de estas tres vías principales disponen de preciosos edificios como la Cámara de Comercio de la Calle Cervantes, el Teatro Kursaal, o la citada Sinagoga Or Zoruah de la calle López Moreno.
Un pelín más alejado, merece la pena acercarse hasta la Mezquita Central, otro de los edificios que hay que ver en Melilla y que llevan la firma de Nieto. Es esta una obra de estilo neoárabe, francamente bella, aunque por desgracia no podemos visitar su interior.
No fue Nieto el único arquitecto modernista de Melilla, desde luego. Lorenzo Ros Costa, Emilio Alzugaray o Fernando Guerrero, fueron otros artistas que contribuyeron a embellecer el ensanche melillense. Unos bebiendo de las fuentes más academicistas del modernismo, otros inspirándose básicamente en el estilo secesión vienés u otros en la versión más historicista, como Guerrero al alzar la neorománica Iglesia de la Concepción, sita en la plaza Menéndez Pidal.
Más allá de los edificios que hemos nombrado, la verdad es que pasear por estas calles nos parece francamente abrumador. Es de aquellos lugaress donde la sorpresa se sucede a cada esquina. Cada pocos metros debemos parar y desenfundar la cámara, pues la verdad es que la densidad de edificios notables es francamente sorprendente.
EL PARQUE HERNÁNDEZ
Otro de los lugares que hay que ver en Melilla de forma obligada es el Parque Hernández. Se trata de un gran espacio arbolado de forma triangular, que tiene su entrada en la propia Plaza de España.
El Parque Hernández es también producto de la edificación de la ciudad extramuros a principios del siglo XX. En la entrada principal (la que da a Plaza de España) destacan tres portones de hierro sujetos por columnas.
Tras la portalada se abren tres paseos que dejan, a ambos lados, enormes espacios arbolados donde predominan las palmeras, aunque también se disponen otros árboles más exóticos como enormes ficus o algún drago. Las fuentes, se divertidas formas, se repiten aquí y allá, así como varias estatuas. De ellas, nos gusta especialmente la dedicada a Félix Rodríguez de la Fuente. También encontramos en este Parque Hernandez una agradable pérgola así como una pabellón. Se verdad que se trata de un parque de lo más agradable y que no os podéis perder.
LAS PLAYAS DE MELILLA
Tras visitar el ensanche melillense y el Parque Hernández merece la pena echar un vistazo al frente marítimo de Melilla. Particularmente si visitáis la ciudad en verano, pues son varias las playas que hay que ver en Melilla y que ocupan varios kilómetros desde el puerto deportivo, a doscientos metros de la Plaza España, hasta la mismísima linea fronteriza con Marruecos.
Las playas, casi todas de más de veinte metros de anchura, disponen de servicios varios, incluidos un montón de puestos para socorristas, que ya en mayo estaban operativos, así como sombrillas, duchas, juegos para niños o espacios deportivos (canchas de baloncesto, voley-playa o fútbol, por ejemplo).
Paseando por el paseo marítimo nos iremos cruzando con las playas de San Lorenzo, Carabos y la del Hipódromo. Justo en esta os recomendamos un chiringuito de playa llamado La Amistad donde tuvimos la oportunidad de degustar un excelente pescado fresco, a buen precio.
LOS CORTADOS DE AGUADÚ.
Justo en dirección contraria merece la pena llegar hasta los Cortados de Aguadú, aunque para ello requeriréis alquilar un coche o tomar un taxi. Nosotros pudimos llegar a ellos gracias a que en Melilla reside un buen amigo nuestro, Fidel, que nos llevó hasta allí.
Hay que acercarse hasta la desaladora de Melilla, donde se ubica una curiosa cascada artificial producto del agua sobrante del funcionamiento de la desaladora en cuestión. Los jóvenes melillenses acuden hasta aquí para disfrutar del baño y saltar desde las rocas. Sin embargo, lo que más nos impresiona son los mismos acantilados, francamente espectaculares.
La verdad es que nuestros casi tres días en la ciudad no nos han decepcionaron en absoluto. Son bastantes los lugares que ver en Melilla, de manera que la ciudad da para, al menos, un par de jornadas. Un pedacito de África donde, además, se disfruta del buen comer y de la amabilidad de sus gentes, hospitalarias y dispuestas a que el viajero disfrute de una tierra demasiado olvidada.