Le Havre, la ciudad más poblada de Normandía y segundo puerto más importante de toda Francia, jamás vivió abierta al turismo. Tras sufrir unas consecuencias devastadoras durante el último tramo de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad fue destruida casi por completo. Poquísimos edificios quedaron en pie como atestiguan las horribles fotografías de aquellos días. Una ciudad mártir a la altura de Varsovia o Dresden.
Sin embargo, de aquellas cenizas surgió una nueva ciudad, ideada por el urbanista y arquitecto Auguste Perret a quien se encomendó la tarea de rehacer la ciudad casi desde cero. Perret, un avanzado a su tiempo, diseñó una ciudad de amplias avenidas, que nada tenía que ver con la vieja Le Havre, y con el uso casi exclusivo del hormigón como material de construcción.
No por casualidad, fue considerada Le Havre, desde entonces, una ciudad gris, sin encanto alguno, de la que incluso sus conciudadanos parecían no estar muy orgullosos.
Sin embargo, todo cambió en 1995, cuando la Unesco decidió incluir a la ciudad dentro de la lista del Patrimonio de la Humanidad. El motivo, precisamente, el uso del hormigón como material casi único utilizado para la reconstrucción de la nueva ciudad. Y la verdad es que, desde entonces, Le Havre se ha ido situando, no con poco esfuerzo, dentro de las ciudades de Francia que merece la pena conocer, particularmente si se realiza un recorrido por Normandía.
Desde luego, quien llegue aquí esperando encontrar bonitas iglesias barrocas o encantadores barrios de estrechas callejuelas y viviendas construidas con la técnica del entramado de madera se equivoca por completo. Le Havre se parece mucho más a una ciudad soviética que a cualquiera de las evocadoras poblaciones normandas. Sin embargo, es precisamente en este punto, donde hay que encontrarle su interés a la ciudad de Le Havre.
QUÉ VER EN LE HAVRE EN 1 DÍA. BUSCANDO EL LEGADO DE AUGUST PERRET.
Nuestra visita a Le Havre empieza en la Plaza del Ayuntamiento o del Hotel de Ville. Aquí ya nos damos cuenta que nada tiene que ver el ayuntamiento de Le Havre con las casas consistoriales renacentistas o neoclásicas propias de la mayoría de ciudades francesas.
El ayuntamiento es obra de August Perret, como gran parte de las obras que veremos en esta renacida ciudad. Fue concebido en hormigón y destaca con una enorme torre que culmina a 72 metros sobre el nivel del suelo.
La verdad es que el aire, tanto de la plaza, como del edificio del ayuntamiento (posteriormente, tendremos también esta sensación en todas las grandes avenidas de Le Havre) nos recuerdan a las de las ciudades soviéticas e incluso, a Pyongyang, capital norcoreana.
La plaza, muy amplia, ha sido decorada con distintas fuentes y la verdad es que es un lugar agradable para el paseo. Particularmente los días que hace bueno, porque hoy no hemos tenido suerte en este aspecto y Le Havre ha amanecido lluviosa y desierta de lugareños.
Tomamos la Avenida Foch, la principal de la ciudad y cuya anchura es la misma de los Campos Elíseos de París. Una de las obsesiones de August Perret como urbanista era la de crear una ciudad de amplias avenidas que ayudaran en la salubridad de la ciudad. Se trataba de crear una población de anchos espacios, con mucha luz y aire renovado.
Es esta Avenida Foch la más digna de las del centro de Le Havre. Sin embargo la práctica totalidad de edificios se construyeron, también, con el uso del hormigón como material casi único de construcción. Solo observaremos algunas puertas decoradas con hierro forjado, particularmente las que corresponden a los pisos de más alto standing. En este sentido, observaremos como en esta avenida son muchos los pisos que tienen su propio balcón, algo que no se repite en otras calles menos importantes.
Perret dio al hormigón un tratamiento especial, que le confiere un tono rosado y que le ofrece una dignidad que no encontraríamos con otros tratamientos del cemento. Se trata, en cualquier caso, de unas construcciones severamente repetitivas y con la sensación (y así fue) de haber sido diseñadas y construidas en serie. No esperéis encontrar una extraordinaria belleza en este tipo de edificaciones. No se trata de esto si no de entender de como con el uso del hormigón y con unas técnicas de construcción casi industriales y en serie se pudo reconstruir una ciudad por completo, en un bastante breve lapso de tiempo y, además, hacerlo con el uso de un material poco habitual, barato y considerado escasamente noble. Sin embargo, observamos en esta avenida principal de Le Havre que la disposición del hormigón, en forma de columnas que presentan un cierto aire neoclásico, le confiere especial decoro a estas edificaciones tan sobrias.
Llegamos al Parque Saint Roch, uno de los pocos espacios verdes ante tanto hormigón. La verdad es que es un lugar muy agradable, con árboles, un estanque e, incluso, un pequeño puente que recuerda a los puentes japoneses.
Nuestro siguiente destino es la iglesia de Saint Joseph, otro de los edificios más reconocidos de August Perret y que hay que ver en Le Havre.
La iglesia de Saint Joseph de Le Havre es el edificio más alto de la ciudad con sus 110 metros de altura. Su torre es visible desde casi todos los rincones de la población y se ha convertido en otro de los emblemas de la ciudad renacida. Y no solo eso, si no que como si de un faro se tratara, algo tan importante para una ciudad portuaria, la torre linterna octogonal es visible desde más de 60 kilómetros de distancia, en pleno Océano Atlántico.
A nadie deja indiferente esta iglesia, que recuerda en formas al edificio del Empire State Buinding, completamente construida con el omnipresente hormigón pero que sin embargo, el propio Perret no pudo ver concluida. El interior es ciertamente curioso, con un sinfín de pequeñas vidrieras (que constan de 12768 cristales) que ocupan los cuatro costados de la torre del templo. La autora del juego de vidrieras fue Margerite Huré. Aunque podría parecer que la distribución de los colores y forma de las vidrieras podrían deberse, simplemente, a la improvisación, se trata de una disposición meditada y simbólica y que tiene su origen en las convicciones profundamente religiosas de Huré.
Justo al lado de la iglesia de Saint Joseph se localiza otra de las obras de Perret, el liceo Raoul Dufy que lleva el nombre del pintor fauvista originario de Le Havre. Fue edificado en los años 50, siendo la primera de las escuelas reconstruidas tras la guerra. La sobriedad y austeridad son nuevamente la norma para esta obra de cemento.
La siguiente de las visitas es uno de los monumentos más importantes que hay que ver en Le Havre y que nada tiene que ver con August Perret. Se trata de una innovadora obra del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer. Aunque su nombre oficial es Espacio Oscar Niemeyer, sus formas dan lugar a que por todos sea conocido como El Ovni.
Actualmente, este espacio inaugurado en 1982, alberga una biblioteca municipal y un auditorio. Por desgracia no podemos visitar ni lo uno ni lo otro puesto que por ser hoy Primero de Mayo, ambos permanecen cerrados. Una pena, porque ambos espacios han sido recientemente rehabilitados.
A diferencia de las obras de Perret, en el Espacio Niemeyer la linea curva es la protagonista. Y el color, el blanco inmaculado, nada tiene que ver con los tonos grisáceos utilizados por Perret. Sin embargo, y para no ser menos en esta ciudad, también Niemeyer utiliza el hormigón como material prínceps de construcción.
Este espacio se compone, como comentábamos, de dos elementos. El primero, el más voluminoso, es el conocido como El Ovni o Volcán. Este edificio alberga un teatro con capacidad para más de 1000 espectadores. El segundo edificio, que en su momento desempeñó las funciones de sala de espectáculos, es el que alberga la Biblioteca Óscar Niemayer de Le Havre.
Enfrente del Ovni encontramos un monumento a los franceses caídos durante el conflicto bélico. Justo detrás queda el Bassin Du Comerce, uno de los puertos naturales de la población y que hoy es atravesado por un bello puente.
Tomamos Rue de París en dirección a la plaza del Ayuntamiento (lo que cerraría este itinerario por el centro de Le Havre) para llegar hasta la Casa del Patrimonio. Es allí donde os darán hora para visitar el Piso Piloto Perret. Se trata de un piso muestra que nos hará comprender como es el interior de los pisos construidos por el urbanista. Se trata de pisos diáfanos, con muy pocas paredes maestras, que pueden configurar distintos espacios, más abiertos o cerrados, según se ubiquen los diferentes tabiques del espacio y se abran o cierren las diversas puertas correderas.
Ello da lugar a una extraordinaria optimización de la luz y de los espacios disponibles. Este concepto supuso una revolución por lo que se refiere a distribución de espacios en edificios de uso residencial, dando una tremenda sensación de desahogo y holgura poco habitual hace más de sesenta años. No es extraño que los lugareños recibieran con las manos abiertas aquellas nuevas viviendas de su renacida ciudad.
LA CATEDRAL DE LE HAVRE Y EL PASEO MARÍTIMO DE LE HAVRE
Tras visitar los lugares que hay que ver en Le Havre en relación a su reconstrucción nos acercamos hasta la Catedral. Se trata de un edificio construido a partir del siglo XVI, francamente difícil de clasificar dada su mezcla de estilos. Su fachada, desde luego, es barroca. La importancia del templo viene dada porque se trata de uno de los escasísimos edificios que resistieron a los envites finales de la Segunda Guerra Mundial. Por desgracia tampoco podemos entrar en el templo. Por lo que parece, también la iglesia hace fiesta en Primero de Mayo.
Por último, antes de dejar Le Havre y continuar nuestro recorrido por Normandía, en dirección Ruan, damos un paseo por el Paseo Marítimo de la ciudad. No es extraño que el lugar reciba el nombre de Promenade de Régates, habida cuenta de la gran cantidad de practicantes de kitesurf que disfrutan de los vientos normandos. La playa de Le Havre, más allá de los deportistas, permanece desierta de bañistas en este día tan gris que hemos tenido en la ciudad. Se trata de una playa de guijarros que dispone de coloridas casetas-cambiadores, tan habituales del norte de Francia.
El paseo marítimo de Le Havre llega hasta la población vecina de Sainte Adresse, que dispone de un par de bonitos miradores desde donde se disfruta de estupendas vistas del frente marítimo de Le Havre.
Con esta visita terminamos nuestra visita a Le Havre. No podemos decir que se trata de las más bellas ciudades de Francia. Sin embargo, visitarla supone una excelente lección de como se puede reconstruir una ciudad completamente devastada en un espacio de tiempo relativamente corto y cómo el hormigón, más allá de su conocido uso industrial, puede utilizarse como material digno y noble para este fin reconstructor.
Comentarios:
3 comentarios en “Qué ver en Le Havre, la ciudad que renació de sus cenizas.”
Tengo pendiente visitar lo que me queda de Normandía y de Le Havre tenía otra idea. La verdad que me parece una ciudad algo fría, como bien dices se parece a una ciudad soviética, aunque si me ha gustado la catedral. No pondría esta ciudad entre mis preferencias. Un abrazo
Tuve hace tiempo la oportunidad de visitar esta ciudad, pero cambie ruta porque no me llamaba mucho la atención. A pesar de tu post la verdad es que me ha dejado bastante indiferente, así que a no ser que los astros se crucen pero mucho mucho, me temo que no llegaré a conocerla.
Lo que si me ha llamado la atención es lo del piso piloto. Para que luego digan que lo del concepto abierto es nuevo 😉
Hola Kris. Es una ciudad a la que cuesta entrar. Y más en un día que nos pilló. Sin embargo, la verdad es que es intersante como se pudo reconstruir en pocos años la urbe, dando salida a las necesidades de tanta gente y con un material asequible que hiciera posible no que era una proeza. Allí está su interés, desde luego.
Un beso!