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JIVA, UZBEKISTÁN. Visita a una ciudad de cuento.

Jiva ha sido nuestra última parada en este viaje a Uzbekistán que nos ha llevado por la tres grandes ciudades que formaban parte de la celebérrima Ruta de la Seda, juntamente con Samarcanda y Bujará.

Llegamos a Jiva (o Khiva, como también se la conoce, e incluso Xiva) procedentes de Bujará, otra ciudad de cuento que nos ha enamorado y que dejaba el listón de la belleza en un lugar que parecía inaccesible.

Pues bien, antes de contaros los lugares más importantes que hay que ver en Jiva ya os avanzo que esta ciudad es todavía más maravillosa que las bellísimas Samarcanda y Bujará. Cierto es que su Ciudad Vieja, que es el verdadero motivo que nos ha llevado hasta aquí, parece una ciudad-museo, pues la mayoría de habitantes de Jiva viven fuera del reciento amurallado. Y verdadero es también que las mayoría de monumentos que hay que ver en Jiva fueron construidos bastante más tarde que los grandes tesoros de Bujará y Samarcanda. Sin embargo, uno no puede dejar de pensar mientras pasea por el casco antiguo de esta bella ciudad, particularmente cuando ha anochecido y la mayoría de los turistas se han retirado ya sus hoteles, que Aladino podría aparecer en cualquier momento para sorprender, una vez más, al visitante.


DONDE DORMIR EN JIVA

BED & BREAKFAST MEROS. Un lugar de estupenda ubicación, en el centro de la ciudadella y llevado con mucho cariño por una familia local. La decoración es preciosa, las habitaciones amplias y el desayuno extraordinario. Algunas de las habitaciones disponen de balcón.
Se trata de una de las mejores alojamientos dentro de la Ciudad Vieja y con precios muy competitivos. Podéis mirar los precios actuales y contratar en este enlace.


JIVA EN LA HISTORIA

Como ya vimos en el caso de Bujará, también por Jiva se fueron pasando las distintas civilizaciones a lo largo de varios siglos, particularmente de etnias túrquicas e iranias. Más poética es la leyenda que atribuye la fundación de la ciudad a Sem, hijo del bíblico Noé.
A partir del siglo X, la ciudad pasa a formar parte del Reino de Corasmia, cuya capital era la histórica Kunya-Urgench situada hoy en día en el vecino Turkmenistán. Sin embargo, a finales del XVI, Jiva se convierte en capital de dicho reino.

Como también vimos en el caso de Bujará, Jiva mantiene su independencia hasta que durante el último tercio del siglo XIX el Imperio Rusa toma la ciudad y la somete a vasallaje. Este protectorado dura hasta que, finalmente, tanto el Janato de Jiva como el de Bujará son anexionados a la Unión Soviética.

Con el desmembramiento de la URSS, Jiva pasa a formar parte de la nueva República de Uzbekistán, en 1991.

QUE VER EN JIVA. LOS LUGARES IMPRESCINDIBLES.

Jiva es una ciudad especialmente adecuada para pasear sin rumbo fijo, entrando en los distintos lugares que nos vayamos encontrando a nuestro paso (si compráis el billete conjunto -ver la nota adjunta- casi que podréis entrar a todos los monumentos).

Prácticamente todos los lugares destacados que hay que ver en Jiva se localizan en la Ciudad Vieja o Ichan Kala. Pero me atrevería a decir que, de todos ellos, los verdaderamente imprescindibles no son más que un puñado que no llega a la decena.

Esta Ciudad Vieja de Jiva está completamente amurallada. Se trata de una construcción de adobe con bastantes siglos de historia a sus espaldas pero que fue reconstruida casi por completa en el siglo XVIII. Las posteriores remodelaciones han conseguido que luzca como jamás. A este recinto amurallado se entra por cualquiera de las 4 puertas, situadas en los 4 puntos cardinales.

Y la práctica totalidad de los grandes monumentos de Jiva se localizan en la parte media de esta ciudadela. El recinto es absolutamente abarcable en un paseo a pie, hasta el punto de que durante una estancia en Jiva de uno o dos días se acaba pasando de forma repetida por los mismos callejones.

Dentro de esta ciudadela de Jiva, la calle Polvon Kori desempeña algo así como la función de eje principal o longitudinal. Es la vía que va desde la Puerta Oeste (Ota Darvoza) a la Puerta Este (Palvau Darvoza). Ambas entradas corresponden al siglo XIX. En este eje principal se encuentran varios de los minaretes que hay que ver en Jiva y particularmente, el Kalta Minor, uno de los más bellos de Asia Central y verdadero símbolo de la ciudad.

Al sud de este eje también encontramos varias madrasas y mezquitas a las que podremos ir entrando con nuestro billete combinado. Dos son, sin embargo, las diferencias principales que encontramos en estas construcciones en relación a las de Samarcanda o Bujará. La primera es que, casi siempre, se trata de madrasas o mezquitas más pequeñas y muchos menos decoradas. En ningún caso encontraremos en Jiva ninguna mezquita como la Bibi Khanum de Samarcanda. Ni por tamaño ni por ornamentación. Aunque muchos lucen sus portalones en forma del pishtaq y decorados con las clásicas baldodas de cerámica vidriada, nada tienen que ver con las que ostentan las grandes mezquitas de Bujará o Samarcanda. Lo mismo pasa con las madrasas.

Por otra parte, la práctica totalidad de madrasas de Jiva han sido convertidas en museos de distinta índole. Y, lamentablemente, a cuál menos interesante. Si en uno se explican las virtudes del estado Uzbeko en el siguiente se presenta un museo de ciencias naturales donde lamentables especímenes de animales disecados son los protagonistas. Solo algún museo tiene un mínimo de nivel, como el de Artes Decorativas. Ello profundiza, más si cabe, en esta sensación de ciudad-museo que el visitante adquiere de Jiva. Eso sí, de preciosa ciudad-museo.

Sin más preámbulo y reiterando que lo mejor en Jiva es dejarse perder por sus calles disfrutando de sus encantadores paseos, os dejo con esta breve lista de los monumentos más importantes que hay que ver en Jiva de forma imperativa.



¿Cómo ir de Bujará a Jiva? Lo más fácil es realizar el trayecto en un taxi compartido. El precio de cada una de las 4 plazas es de 15 USD. Nosotros completamos el taxi con un chico de Madrid. En el mismo hotel de Bujará nos facilitaron el taxista. El trayecto dura unas 6 horas incluidas dos breves paradas.

ARCA KUNHA

Era aquí donde los Jans que Jiva tenían su residencia. Se trata de una suerte de fortaleza pegada a la muralla, junto a la puerta oeste de la ciudadela. Curiosamente, el primer día en que estuvimos en Jiva se estaba celebrando aquí un evento en conmemoración del día de la independencia a la que dejaban entrar los turistas sin problema alguno. Pudimos disfrutar de un curioso show folclórico completamente en playback y que parecía más bien una fiesta de fin de año de niños de los primeros cursos de primaria más que una celebración oficial. Desde luego, nada que ver con la ortodoxia coreana cuando se trata de representaciones de masas.

Al día siguiente sí que pudimos recorrer varias de las dependencia del Arca Kunha, incluidos el zindon o terrible prisión adjunta o la bella mezquita de verano, decorada con baldosas azuladas y cuyo techo semeja al de un artesonado morisco. Se trata, en cualquier caso, de una construcción del siglo XIX. Es decir, no muy antigua.


MINARETE KALTA MINOR

El minarete Kalta Minor es el gran monumento que hay que ver en Jiva y en realidad, el viajero se topa con el mismo muchas veces durante sus paseos por Jiva. Se localiza en la calle que hace de eje mayor de la Ciudad Vieja de Jiva y su tamaño (el particular su enorme perímetro en la base) así como su decoración a base de la clásica cerámica verdemar vidriada tan típica de Asia Central lo convierten en el símbolo de la ciudad. También es una construcción bastante reciente, del siglo XIX, como la gran mayoría de lugares que hay que veer en Jiva.

Por cierto, la grandeza de este minarete se quedó a medio camino pues jamás pudieron completarse los 80 metros de altura previstos. Tras la muerte de Muhammad Amin Jan, su promotor, las obras fueron pospuestas y jamás reanudadas.


Existe una entrada conjunta que permite entrar en 17 de los monumentos que hay que ver en Jiva. Casi todas las madrasas, mezquitas y museos de importancia están incluidos en este ticket. No así, alguno de los minaretes o el mausoleo de Makhmud Pakhlavan cuya entrada debe abonarse aparte. El precio del billete conjunto es (2017) de 12 USD o 50.000 sums.

MEZQUITA DEL VIERNES O MEZQUITA JUMA

Otro de los minaretes que sobresalen de los tejados de la Ciudad Vieja de Jiva es el de la Mezquita del Viernes o Mezquita Juma, probablemente la más importante de la ciudadela. Marc contó algo menos de 100 escalones para subir a lo alto del alminar en cuestión. Desde arriba se puede disfrutar de una bellísima vista de esta ciudad de cuento. Eso sí, no hay que ser claustrofóbico y hay que ir un poco con cuidado con la cabeza. Yo me llevé mi chichón correspondiente por no haber estado suficientemente al quite. El minarete, dicho sea de paso, parece que poco a poco va sucumbiendo al paso del tiempo cual Torre de Pisa.

La Mezquita del Viernes, al que pertenece el minarete, es de una belleza conmovedora gracias a su patio de 228 columnas de madera todas decoradas con distintas ornamentaciones, algunas con capiteles y otras sin ellos. Aunque el templo actual es del siglo XVIII, durante aquella reconstrucción se utilizaron algunas de las viejas columnas existentes en la mezquita anterior, de manera que las más viejas datan del siglo X.

COMPLEJO Y MINARETE ISLAM KHODJA

El tercero de los minaretes que hay que ver en Jiva es el que pertenece a la Madrasa Islam Khodja. Como en el caso anterior se puede subir a su cúspide aunque en esta ocasión el ascenso no está incluido en el billete conjunto y debemos abonar 6000 soms. Ni que decir que la vista desde lo alto, con la Ciudad Vieja a nuestros pies, es verdaderamente espectacular. Particularmente a primera hora de la mañana, cuando con el sol a nuestras espaldas, la vieja ciudadela queda por completo iluminada. En esta ocasión la decoración del minarete alterna filas construidas con los clásicos ladrillos cocidos (que es el estilo dominante en Jiva) con filas que usan las más vistosas baldosas esmeriladas.

Para llegar hasta los 56 metros de altura del alminar hay que superar esta vez algo más de 100 escalones. Merece la pena el esfuerzo y el importe pagado. La cúpula azulada del mausoleo de Mahmud Pahlavon se muestra desde arriba imponente.

Como casi todas las madrasas que iremos recorriendo durante nuestra visita a Jiva, también esta está ocupada por un museo. Sin embargo, la verdad es que el de la Madrasa Islam Khodja (también lo leemos escrito como Islom Hoxa) alberga el más interesante de todos los museos de Jiva. Se trata del Museo de Artes Decorativas, donde podemos encontrar tapices, instrumentos, vasijas, columnas, mobiliarios y otros objetos elaborados en la zona de Jiva. Aunque, curiosamente, no siempre antiguos ni valiosos, pues entre algunas piezas de bastante interés también encontramos muchos de los souvenirs que se venden por toda la ciudad. Y además los cartelitos lo indican bien claro: “Siglo XXI”. Tanto la madrasa como el minarete son del siglo XIX.


PALACIO TOSH-HOVLI

Este palacio es el edificio civil más bello de la ciudad y otra de las visitas imprescindibles de Jiva. Su construcción de debe al Jan Allakuli, mandatario conocido con el sobrenombre de El Constructor y data de 1841. La edificación es conocida cómo la Casa de Piedra, lo cual indica ya bastante en una población donde casi la totalidad de edificios civiles eran construidos en adobe. El interior es suntuoso, con una suerte de galerías decoradas con baldosas azuladas con decoraciones geométricas y cuyos techos se sostienen por grandes columnas de decorada madera culminadas con capiteles ornamentados con mocárabes.

Podemos visitar el interior de algunas de las dependencias del Palacio de Tosh-Holi, decoradas de forma ostentosa también. Es, desde luego, otro de los lugares que hay que ver en Jiva.



MAUSOLEO DE MAHMUD PAHLAVON

Y entre tanto paseo, pequeñas mezquitas, algunos caravarasares y muchísimas madrazas de mediano tamaño, llegamos al último monumento imprescindible de Jiva. Y a punto estuvimos de no visitarlo pues la entrada se debe abonar a parte (al fin y al cabo, son solo 6000 soms).

Aquí se rinde homenaje al santo patrón de la ciudad de Jiva, Mahmud Pahlavon, poeta y filósofo en vida y ascendido a santo después de su muerte. Fue enterrado aquí en 1325 aunque el edificio actual corresponde al siglo XIX, como la mayor parte de los que hemos podido visitar en Jiva. Aquí sí que encontramos un suntuoso pishtaq, el portalón monumental de entrada bellamente decorado con baldosas de vidrio esmerilado, a la vez que la cúpula está ornamentado en el clásico azul-verdoso tan del gusto de Asia Central.

La cuestión es que, aunque durante toda la jornada Jiva tendremos la sensación de estar paseado por una ciudad-museo, aquí en el Mausoleo sí que podemos observar como la sigue viva y palpitando. Los fieles no paran de entrar en este lugar durante nuestra estancia, además de dedicarle sus oraciones y realizar las respectivas ofrendas con solemne devoción. Hasta el punto que la mayoría abandonan la sala donde el sepulcro del santo se ubica (una salita a la izquierda) caminando de espaldas sin dar jamás la espalda al mausoleo.



Y con este bello mausoleo que, como digo, no está incluido en el precio de billete conjunto pero que considero imprescindible termino esta lista de lugares que hay que ver en Jiva, una ciudad que nos deja un sabor muy dulce y que supone un extraordinario broche de oro a nuestro viaje por Uzbekistán, Kazajistán y Kirguistán.

Tras completar la visita a Jiva al día siguiente por la mañana, aún tendremos tiempo de hacer una excursión de medio día para descubrir qué ha quedado del antiguo Jorezm o Corasmia, una vieja civilización extinta cuyas ruinas se encuentran en un estado bastante lamentable y al que bien pocos viajeros osan llegar. Tras ello será momento de tomar los distintos vuelos que nos llevarán de regreso a casa con escalas en Tashkent, Almaty y Estambul. Es decir, lo más duro del viaje.

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