Dinant es una hermosa población en el valle del Mosa que merece un alto en nuestro viaje por Valonia. No se trata ni de una gran capital ni de una población con grandes museos o monumentos de excepción. Sin embargo, su situación geográfica, encajonada entre el río Mosa y unos acantilados de vértigo, es maravillosa y la convierten en una de las postales más bellas de Valonia. No de extrañar que Dinant sea conocida como la Perla del Mosa y esté considrada como una de las ciudades más bonitas de Bélgica.
Medio día es suficiente para recorrer Dinant. Llegamos procedentes de la bonita población de Mons, tras algo más de una hora de trayecto. Aparcamos el coche en lo que podríamos llamar la otra orilla. Es decir, la orilla contraria a donde se localiza la práctica totalidad de la población y sus edificios más singulares. Justo enfrente está la oficina de turismo, donde nos ofrecen un mapa y nos explican acerca de los monumentos más importantes que hay que ver en Dinant. Y de paso, nos comentan que uno de ellos, la fortaleza que domina la población desde lo alto del acantilado, tiene en los viernes su día de fiesta, de manera que no será posible visitarla.
QUÉ VER EN DINANT. UNA RUTA POR SU CENTRO HISTÓRICO.
Explicaba que Dinant está encajonada entre el río Mosa y unos acantilados de impresión. Es en lo alto de estos acantilados donde se localiza la Ciudadela de Dinant, a la que se puede acceder a pie (si uno está dispuesto a asumir los más de 400 escalones que llevan hasta la cima) o en funicular. Se trata de una edificación del siglo XI erigida por el entonces Príncipe-Obispo de Lieja y con una importante historia militar a sus espaldas. En cualquier caso, el edificio actual es del siglo XIX.
Como explicaba, la Ciudadela de Dinant tiene tras de sí mucha historia recorrida. Sin embargo, esta ha dado los últimos coletazos durante el siglo XX cuando fue conquistada sendas veces por el ejército alemán, tanto durante la Primera Guerra Mundial como en el transcurso de la Segunda. En ambas ocasiones, los combates fueron encarnizados y el sitio de saldó con cientos de muertes civiles. Queda claro, por tanto, la importancia como punto estratégico que tenía el edificio en cuestión. Seguro que las vistas desde lo alto del acantilado merecen mucho la pena. Una pena que no podamos disfrutarlas.
Atravesamos el puente sobre el río Mosa. El panorama desde aquí es también precioso, con la hilera de edificios de tres pisos dispuestos en la primera línea y con la estampa de la Colegiata, el otro gran edificio que hay que ver en Dinant, dominando la situación.
Mientras cruzamos el puente nos llama la atención la cantidad saxofones de colores, a modo de estatuas que lo jalonan. Es esta una constante que se repetirá durante toda nuestra visita a Dinant. Por lo visto, los conciudadanos de la población están especialmente orgullosos del personaje más notable que ha dado Dinant. Si hablamos de Adolphe Sax probablemente no sepamos situarlo. Sin embargo, con tantos saxofones por toda la población ya es un poco más fácil adivinarlo. Se trata, ni más ni menos, que del inventor del saxofón. De él hablaré posteriormente.
La Colegiata de Notre Dame es nuestro siguiente objetivo. Como hemos dicho se trata del gran edificio que hay que ver en Dinant, junto a la Ciudadella. La Colegiata de Notre Dame es una notable construcción gótica que sustituyó a un antiguo templo románico que colapsó. Nada queda de aquella primera iglesia. Si acaso, en la puerta norte nos parece intuir una portalada románica.
Sorprende ver esta colegiata gótica coronada por un chapitel en forma de bulbo de cebolla. Desde luego, un añadido bastante posterior a la construcción del templo gótico pero que la convierte en un edificio ciertamente original. Podemos visitar su luminoso interior donde nos llama la atención las vidrieras. Particularmente, la que se encuentra en el brazo sur, de unas dimensiones poco habituales. Podemos distinguir fácilmente algunas escenas bíblicas como la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén. Algo habrían hecho.
Salimos de la Colegiata de Dinant y tomamos la Rue Adolphe Sax. Ni cinco minutos tardamos en llegar a la que fue la casa natal del músico en cuestión. Así lo atestigua una bonita escultura de bronce donde el personaje descansa pacientemente acompañado del instrumento al que dio su nombre.
La Maison Sax, está adaptada como centro de interpretación de la vida y obra de Adolphe Sax. Merece la pena su visita. Además es pequeña y su entrada es gratuita, de manera que en pocos minutos se habrá conocido algo más sobre la persona de Adolphe Sax. Aquí leemos que el tal Sax pasó a la historia por ser el inventor del saxofón, pero que además concibió otros instrumentos de viento y fue un precursor en el desarrollo de distintas técnicas musicales. El espacio interactivo permite escuchar algunos famosos temas interpretados con el saxofón, como el Bolero de Ravel.
LAS COUQUES DE DINANT
Regresamos por donde hemos venido para, tras volver a pasar por la Colegiata, tomar la Rue Grande, que es la más comercial de la ciudad. Enseguida nos llama la atención que en los escaparates de varias pastelerías sw muestran una suerte de galletas gigantes.
Entramos a una de ellas y nos informan de que se trata de un producto autóctono de nombre Couques de Dinant. Nos invitan a conocer el proceso de fabricación de este manjar elaborado únicamente con dos ingredientes: harina y miel. En ocasiones, se utiliza también azúcar, aunque no siempre es así. La cuestión es que la Couque de Dinant tiene su origen en el siglo XV. Concretamente, cuando Carlos el Temerario tomó posesión de Dinant, en 1466. Fueron tiempos de penurias, de manera que los ciudadanos de esta ciudad se las ingeniaron para salir adelante con los pocos ingredientes de los que disponían. Harina y miel, como digo. Con ello elaboraban una pasta contundente, que cocían. El resultado es una especie de galleta, durísima, que no se mastica si no que se tiene que dejar disolver en la boca. Actualmente, la receta es la misma, aunque ya no se utiliza ni el viejo amasador de madera ni el rodillo que extendía la pasta resultante de la mezcla. Con métodos más modernos, aprendemos como se elabora la Couque de Dinant que es decorada gracias a un molde de madera de peral que imprime en una de las caras de la galleta, un diseño relacionado, a menudo con la ciudad.
Aprendida la técnica, disfrutamos de la Couque de Dinant. Acompañada, eso sí, de un café con leche, pues la contundencia de la masa lo merece. La verdad es que la galleta es sabrosa y, efectivamente, su sabor se aprecia mucho mejor dejándola deshacer en la boca.
En esta misma calle nos llama la atención un bonito edificio a mano izquierda. Es el Hotel de Ville. Es decir, el ayuntamiento de Dinant. Enfrente del mismo, un bonito saxofón de cristal, domina la placita donde se ubica el edificio.
MAISON LEFFE, EN BUSCA DE LOS ORIGENES DE ESTA FAMOSA CERVEZA DE ABADIA.
Como explicaba, no hay muchos grandes edificios que ver en Dinant. Se trata, simplemente, de pasear y disfrutar de la población. Sin embargo, no queremos dejar esta pequeña ciudad sin visitar la que es conocida como Maison Leffe y que se ubica en la otra orilla del río Mosa.
No se trata de un simple capricho comercial, pues la cerveza Leffe, una de las más famosas de Bélgica tiene su origen en Dinant. En concreto, en la Abadía de Nuestra Señora de Leffe, fundada en 1152 ni más ni menos.
Cierto que tras muchas vicisitudes, la actual cerveza Leffe ya no se fabrica aquí en Dinant si no en Flandes, en la ciudad de Lovaina, desde que sus derechos fueran comprados por la misma cervecera responsable de la elaboración de Stella Artois, pero lo cierto es que hasta mediados del siglo XX estuvo elaborándose en la abadía de Notre Dame.
En la Maison Leffe, que se localiza en la otra orilla del río Mosa pero solamente a unos quince minutos de paseo desde el centro histórico de Dinant, nos cuentan sobre la vida y milagros de la Abadía de Notre Dame de Leffe, origen del brebaje y de la cerveza en sí mismo. La verdad es que la exposición interactiva está muy bien lograda, con espacio para todos los gustos, desde el visual, al olfativo, al táctil y finalmente, y como no podría ser de otra forma, al gustativo.
Cuando terminamos de disfrutar de la exposición de la Maison Leffe nos deleitamos con la degustación de 4 variedades de esta famosa cerveza de Abadía, a cuál más deliciosa. Por cierto, con la entrada a la exposición no solamente va incluida la degustación si no también un regalo que, como era previsible, se trata de una preciosa copa de cerveza.
La Maison Leffe, por cierto, no se encuentra en una nave industrial sin más. Se localiza en lo que antaño fuera un convento capuchino, de nombre Convento de Belén. Es decir, se trata de un edificio histórico con bastante interés. Es posible, incluso, comer en el mismo cenobio. Y la verdad es que hubiera estado muy bien porque la carta era muy apetecible. Pero el tiempo nos apremia y decidimos tomar el coche y seguir nuestra ruta hacia Mons.
La perla del Mosa es una ciudad pequeña. Sin ser muchos los grandes monumentos que hay que ver en Dinant, la verdad es que su visita merece la pena y debe ser incluida dentro de la ruta de un viaje a Valonia.