El trayecto de Brasov a Sighisoara se cumple en poco más de dos horas. Aunque es posible ir en tren, finalmente tomamos el bus de las 8.30 de la mañana, pues el trayecto es así un poco más rápido y, también, más económico.
Durante el recorrido pasamos por un montón de poblaciones de Transilvania siempre con la misma fisonomía: un montón de casas distribuidas a lo largo de la carretera, que hace a la vez de calle principal de la villa. Las viviendas suelen ser alargados y con el eje principal perpendicular a la vía principal. A menudo, cada edificio dispone de un gran portalón que permite la entrada del carro. Es esta una zona francamente rural, hasta el punto de que es habitual cruzarse con un montón de carros tirados por caballos. Aquí en Transilvania, además, cada villa tiene su propia iglesia, a menudo fortificada.
Pocos kilómetros antes de llegar a nuestro destino pasamos por Saschiz, una pequeña población que dispone de una preciosa torre del reloj, muy parecida a la que encontraremos en Sighisoara. Como la mayoría de pueblos de la zona, también dispone de su iglesia fortificada. El conjunto forma parte de la lista de Patrimonio de la Humanidad pero desgraciadamente no tendremos tiempo de visitarlo.
Al llegar a Sighisoara, el minibús nos deja en un semáforo, a pocos minutos del centro de la población, por lo que en menos de 10 minutos llegamos al Hotel Villa Franka donde hemos reservado habitación doble por 29 euros. Ha resultado una buena elección: la habitación es amplia, limpia y decorada con cuidado; tiene TV, baño y calefacción y está justo en la falda de la Ciudadela, en pleno centro histórico.
QUE VER EN SIGHISOARA
Sighisoara, la antigua ciudad de Schassburg fundada por los sajones a finales del siglo XII y forma parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, no estamos de suerte y la ciudad no nos muestra su mejor cara. Está patas arriba, por unas obras que al parecer se están eternizando. Ya habíamos leído la situación en que se encontraba la villa en algunos relatos de otros viajeros, pero teníamos la esperanza de que las obras ya habrían terminado.
Es por eso que no disfrutamos de Sighisoara como habríamos hecho en otras circunstancias, pues la ciudadela es realmente preciosa, toda adoquinada, con las calles para peatones y con un montón de viviendas con varios siglos a sus espaldas, pintadas de mil colores. Como ya hemos visto en otras ciudades rumanas, a algunas de las construcciones les falta algo más que una mano de pintura y los edificios permanecen, a menudo, desconchados.
Desde la plaza principal de la ciudadela, la Piata Cetatii, se accede a la Casa Vlad Dracul, conocida como Casa de Drácula. Fue aquí donde vivió, entre el 1431 y el 1435, Vlad Dracul, que fue el padre de Vlad Tepes, el famoso Drácula el empalador. Actualmente la bonita casa ha sido transformada en un restaurante ambientado en temas draculianos, como no podía ser de otra manera.
Poco más allá encontramos el edificio más emblemático de Sighisoara, el Turnul cu Ceas o Torre del Consejo, que es la Torre del reloj que domina majestuosamente el conjunto histórico y que es uno de los monumentos que hay que ver en Sighisoara. La subida que permite el acceso a la Piata Cetatti está patas arriba y pasear por la zona no resulta muy fácil. Al parecer, están rehaciendo el subsuelo. La Torre del reloj es un edificio fantástico y que justifica, por sí solo, la visita a Sighisoara. Tiene una altura de 64 metros y dispone, desde 1648, de un carillón con varias figuras (como el del famoso reloj astronómico de Praga o el del Ayuntamiento de Múnich). Según nos indican, desgraciadamente sólo entra en funcionamiento por la medianoche para celebrar el cambio de día. Supuestamente se puede subir a la torre, pero aunque estamos en horario de visita (un cartel indica que hasta las cuatro de la tarde está abierto), la encontramos cerrada. Una pena, porque desde arriba se debe disfrutar de una preciosa vista de toda la ciudadela.
El siguiente edificio que buscamos es la Biserica Mănăstirii Dominicane, es decir, la iglesia del monasterio dominicano. Se trata de un templo gótico del siglo XIII que, como otras iglesias que hemos visto en Rumania, está llena de alfombras orientales.
Nos dirigimos ahora, por la Strada Scolii, hasta la escalera de madera que sube a lo alto de una colina donde se localiza la Biserica din Deal. Se trata de otra iglesia gótica que domina, desde lo alto, la ciudad de Sighisoara. Uno de los lugares que hay que ver en Sighisoara está justo detrás de la iglesia. Se trata del cementerio sajón, recuerdo de esta cultura que dominó buena parte de Transilvania y de la que cada vez quedan menos recuerdos. Parece que hasta finales de los 80 del siglo pasado aún quedaban muchos descendientes sajones en la zona. Durante los últimos diez años, sin embargo, la mayoría de sajones han ido emigrando hacia Alemania, por lo que parece que ahora son muy pocos lo que siguen residiendo en la población. Se trata de un sitio bastante evocador y que nos habla del pasado sajón de esta villa.
Visitado el cementerio, bajamos nuevamente el cerro y nos dirigimos hacia las murallas que rodean la ciudadela y que datan del siglo XIV, cuando se decidió fortificar la población para defenderla de los ataques de los mongoles. Cada pocos metros, se dispone un bastión que fue construido por un gremio (se conservan 9 de los 14 originales), Es esto un hecho que frecuenta en las ciudades Transilvania.
Comemos al lado del hotel, a las faldas de la ciudadela en el Restaurante La Perla, aceptable (2 sopas y una pizza que nos partimos, más dos refrescos, 30L); y para cenar, elegimos una acogedora pizzería que encontramos bajando por uno de los callejones que lleva de la ciudadela a la ciudad baja. Elegimos dos platos de pasta (buena y abundante, de hecho dejamos buena parte de ella), dos bebidas y nos partimos un tiramisú (40L).
La visita a esta ciudad nos deja un cierto regusto de amargura. Cierto es que la población es bonita y que realmente, son varios los monumentos y plazas que ver en Sighisoara. Pero también es cierto que ver tantos edificios desconchados y con medio pueblo abierto en canal por las obras, hace que la ciudad no vista, ahora mismo, las mejores galas.
En cualquier caso, la visita a Sighisoara, ciudad Patrimonio de la Humanidad, es una de las imprescindibles que ver en Rumanía, un país que ofrece mucho más de lo que uno espera.