La visita al monasterio de Ripoll, uno de los más importantes del románico catalán, ha sido el eje en que se ha centrado la segunda parte de nuestra visita a la comarca del Ripollès, que nos ha llevado, también, a conocer uno de los parajes más bellos de la comarca: la Vall de Camprodón, de la que en un post anterior ya nos hemos hecho eco de sus encantos.
Sin embargo, esta comarca es muy rica en patrimonio cultural, de manera que aprovechando la cercanía a Ripoll, tampoco hemos querido pasar la oportunidad de visitar otro bello monasterio: el de Sant Joan de les Abadesses.
MONASTERIO DE SANTA MARIA DE RIPOLL
El Monasterio de Santa María de Ripoll, o simplemente Monasterio de Ripoll, es uno de los más importantes de Catalunya, pese a que sus restos románicos originales se limitan a unos puntos concretos que se encuentran, eso sí, entre los más extraordinarios del románico de la Península Ibérica.
El Monasterio de Ripoll debe su fundación, el año 880, a uno de los mitos más importantes de la historia de Catalunya: Wifredo el Velloso. Wifredo, que llegó a ser Conde de Urgell, de la Cerdaña, de Barcelona, de Gerona, de Besalú y de Osona, pertenecía a un linaje procedente de los actuales territorios de la Catalunya francesa, en el Rosellón.
Wifredo fue designado Conde de Barcelona por la monarquía franca y legó su reinado a sus hijos, de manera que el suyo es el primer reinado del Condado de Barcelona de base Patrimonial, que terminará por convertirse en uno de los gérmenes de lo que conocemos hoy como Catalunya, pues es Wifredo el Velloso quien consigue la independencia de los condados catalanes respecto la monarquía gala. Este territorio, que se encuentra entre los territorios musulmanes, al sud, y carolingios, al norte, es repoblado por orden de Wifedo. Es en este contexto que encontramos la fundación del Monasterio de Ripoll y también el de Sant Joan de les Abadesses. En este sentido, Wifredo sitúa a su hijo Radulfo como abad del Monasterio de Santa María de Ripoll y a su hija Emma, como abadesa de Sant Joan.
El monasterio se convierte enseguida en un importante centro benedictino con un scriptorium de fama internacional (cuyo volumen más importante es la conocida como Biblia de Ripoll) y además, en una suerte de panteón condal para los Condes de Barcelona y Besalú.
El monasterio crece de forma paulatina, construyéndose progresivamente nuevas dependencias a medida que la comunidad monástica se hace más numerosa. Y es en tiempo del Abad Oliba, ya a principios de siglo XI, cuando el cenobio pasa por uno de sus momentos de mayor esplendor. Esta importancia se mantiene hasta mediados de siglo XV cuando empieza su declive, que se agrava a partir del terremoto del 2 de febrero de 1428, que deja unos desperfectos de gran importancia en el cenobio que jamás sera reconstruido por completo durante la vida del monasterio como centro monástico. La historia del Monasterio de Ripoll como centro religioso llega a su término en 1835, tras la exclaustración forzosa producto de la conocida como Desamortización de Mendizábal.
La reconstrucción del edificio se lleva a cabo a partir de finales del siglo XIX, cuando Elies Rogent, uno de los más importantes arquitectos de la época, se pone al frente del proyecto. Rogent devuelve al cenobio parte de su antiguo esplendor. Sin embargo, aunque Rogent se basa en la estructura existente en tiempos de los abades Arnulfo y Oliba, las obras no están exentas de polémica por haber añadido a la iglesia, algunos elementos inexistentes en el proyecto original. Eso sí, los 7 ábsides ideados en época de Oliba y las 5 naves originales de la época de Arnulf son devueltos al aspecto general de la iglesia de Santa María de Ripoll.
PORTALADA ROMÁNICA DEL MONASTERIO DE RIPOLL
La portalada románica del Monasterio de Ripoll, diseñada a modo de gran Arco del Triunfo, es uno de los dos elementos más importantes que se conservan del cenobio original (junto a uno de los lados del claustro) y es motivo suficiente para visitarlo. La importancia de la portalada románica es tal, que incluso ha sido propuesta para formar parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad. Por desgracia, el mal de la piedra calcárea con la que se construyó, que le ha provocado una importante erosión, le ha restado parte de su antiguo esplendor. Sin embargo, la Portalada Románica de Santa María de Ripoll sigue siendo considerada una de las obras más importantes del arte románico mundial.
Se trata de una gran portalada que se remonta al siglo XIII, y que tiene unas medidas de 11.60 metros de ancho por 7.25 de alto. Siete franjas horizontales dividen el programa iconográfico de la portalada. En la parte superior, dominando la entrada a la iglesia, encontramos el Cristo en Majestad o Pantocrátor. La figura, tan representada en el mundo románico, está rodeada del tetramorfos, es decir, los símbolos de los 4 evangelistas (el ángel, el león, el toro y el águila). Historias del Apocalipsis (también en las dos franjas superiores) o de la vida de David y Salomón, y Moisés (conduciendo al pueblo judío, separando las aguas del mar muerto o recibiendo las tablas de la ley) están igualmente representadas en la portalada. En las jambas podemos identificar las estatuas de San Pedro y San Pablo, aunque no se encuentran en buen estado. Y en las franjas más inferiores de la portalada, diversos animales mitológicos.
En las 7 arquivoltas de las que dispone la portalada se combinan la ornamentación vegetal, geométrica y también varias historias del Antiguo Testamento (vidas de los apóstoles Pedro y Pablo, el sueño de Nabucodonosor o Caín y Abel, por ejemplo).
El extenso programa iconográfico de la Portalada del Monasterio de Ripoll tiene su origen en la conocida como Biblia de Ripoll, el más importante de los manuscritos procedentes del scriptorium del cenobio que ha llegado a nuestros días.
NAVE DE LA IGLESIA DEL MONASTERIO DE SANTA MARIA DE RIPOLL
La nave de la iglesia tiene mucho menos interés que la preciosa portalada. Las obras dirigidas por Elías Rogent recuperaron las 5 naves originales del tiempo del Abad Oliba, así como sus 7 ábsides y absidiolos.
Sin embargo, se han recuperado los restos funerarios de algunos de los Condes de Barcelona (en época posterior, fueron enterrados en el Monasterio de Poblet). Entre ellos, destacan las tumbas de Ramón Berenguer IV y de Wifredo el Veloso, personaje heroico y casi mítico para el pueblo catalán, al que se le atribuye, incluso, el diseño de la Senyera, en una leyenda que explica que fue con su propia sangre con las que dibujó las 4 barras sobre su escudo dorado, tras ser herido de muerte.
CLAUSTRO DEL MONASTERIO DE RIPOLL
Otro de los puntos que nadie debe perderse en el Monasterio de Ripoll es el de la visita a su claustro de dos pisos. Más allá de su precioso diseño, de forma trapezoidal, el punto culminante es la galería norte, que es la única que se conserva del original y que presenta unos capiteles románicos de gran belleza e importancia.
El claustro se inicia en el último tercio del siglo XII y las obras duran hasta el XV. La galería adosada a la iglesia (la norte) ha sido recientemente restaurada, por lo que presenta un estado excepcional. Así, podemos disfrutar de un completo programa ornamental que combina, como en la Portalada, los motivos vegetales, los geométricos y los historiográficos. Seres monstruosos con cabeza de simio y patas de felino, animales mitológicos, ángeles y figuras humanas, por ejemplo, se alternan es uno de los conjuntos de capiteles más notables del románico catalán.
El paseo por el claustro completa nuestra visita al Monasterio de Ripoll, una de las visitas más importantes del románico catalán.
MUSEO ETNOGRÁFICO DE RIPOLL
Para completar la visita al Monasterio de Ripoll vale la pena visitar también el cercano (se encuentra en la misma plaza) Museo Etnográfico de Ripoll, el más antiguo de Catalunya sobre esta materia y que ha sufrido una gran remodelación en los últimos años. Tras unos 10 años cerrado, el museo reabrió el 2011 para convertirse en un auténtico referente en este tipo de espacios museísticos, no solo en la comarca si no en toda Catalunya.
El Museo de Etnología de Ripoll es el auténtico guardián de las tradiciones de estos valles pireinaicos y prepirenaicos, que poco a poco parecen diluirse en la actual modernidad. La verdad es que merece la pena dedicarle una hora a este museo, que está organizado con muchísimo cariño, y cuyas piezas has sido aportadas por centenares de lugareños conscientes de la importancia de que no se pierda aquél legado histórico y patrimonial.
En este museo encontraremos como ha sido la vida en estos valles a lo largo de los últimos siglos, tanto en lo que hace referencia a la agricultura y ganadería, que durante siglos fueron el motor de estos valles, como en lo que supone la progresiva industrialización de estas comarcas.
MONASTERIO DE SANT JOAN DE LES ABADESSES
El Monasterio de Sant Joan de les Abadesses se encuentra en la localidad homónima a una decena escasa de kilómetros de Ripoll. Supone un segundo punto importante dentro de la Ruta del Románico de la comarca de Ripollés (y en realidad, de todo el Románico catalán).
Al igual que el Monasterio de Santa Maria de Ripoll, el de Sant Joan fue fundado por orden de Wifredo el Velloso en un intento por repoblar estas tierras que quedaban a medio camino entre los territorios carolingios y los sarracenos. En este caso, fundó en el año 885 un monasterio para mujeres, situando a su hija Emma como abadesa del mismo. Curiosamente, Emma fue cedida al monasterio siendo una niña, de manera que hasta que esta creció no pudo hacerse cargo de la comunidad en primera persona. El abadiato de Emma, que duró hasta el 942 se corresponde con la época de máximo esplendor del cenobio.
El monasterio siguió siendo exclusivamente femenino hasta el primer tercio del siglo XI. El entonces conde de Besalú, Bernat Tallaferro, denunció una supuesta vida relajada y lujuriosa de la comunidad monástica, lo que terminó con una bula papal que suprimió la comunidad. El verdadero motivo de Bernat Tallaferro era el de anexionarse los territorios subordinados de Sant Joan, hecho que consiguió tras la bula papal. El Monasterio fue confiado entonces a una comunidad de frailes y las monjas jamás volvieron a controlar el monasterio.
La iglesia que podemos visitar en la actualidad corresponde a una construcción románica del siglo XII. Llama poderosamente la atención la original planta con que se construyó, probablemente debido a una falta de espacio, pero quizá también, debido a un presupuesto escaso. Se trata de una iglesia de una única nave, cuyo transepto tiene unas medidas mayores que la propia nave. La cabecera dispone de cinco ábsides, de los cuales los dos más extremos están abiertos al transepto, pero los tres más centrales se abren a la girola que queda tras el transepto.
Aunque son varios los retablos que podemos encontrar en la iglesia, la pieza fundamental es la que encontramos en el ábside central. Se trata de un Descendimiento tallado en madera a mediados del siglo XIII que supone una de las obras más importantes de la escultura románica catalana. Conocida también como Santísimo Misterio, destaca no solo por la extraordinaria belleza y delicadeza con que se talló si no también por el excelente estado de conservación (mucho mejor que el también bello Descendimiento de Erill la Vall). Las 7 figuras que componen el descendimiento suponen un motivo suficiente para visitar el Monasterio de Sant Joan de les Abadesses. Aun ahora podemos observar como parte de la policromía original de ha conservado.
El claustro del monasterio se corresponde a una época posterior, pues fue edificado en el siglo XV siguiendo los cánones del gótico. Se trata de un claustro sencillo pero elegante y de dos pisos.
Tras visitar el Monasterio de Sant Joan de les Abadesses, damos una vuelta por este bello pueblo, visitando el Palacio Abacial, donde destaca su pequeño pero precioso claustro gótico de dos pisos. El Palacio es sede de la Oficina de Turismo y del Centro de Interpretación de Comte Arnau, otra de las figuras mitológicas de más importancia en la Catalunya medieval. Antes de volver a Ripoll nos acercamos hasta el bonito Puente Viejo de Sant Joan sobre el Río Ter. Aunque ya ha oscurecido, podemos comprobar la belleza de este puente. Su arco de medio punto nos indica que el puente debió ser reconstruido tras el terrible terremoto que asoló la comarca en 1428. Se trata de el segundo puente gótico con mayor luz de toda la península y supone un buen punto final a nuestra visita a la población de Sant Joan de les Abadesses.