Estrasburgo es una de las ciudades de Francia que presenta un patrimonio cultural e histórico más importante, por lo que para nosotros, visitar Estrasburgo era un imprescindible dentro del recorrido que nos ha llevado a viajar por Alsacia y la Selva Negra.
La historia de Estrasburgo se remonta al año 12 de la era cristiana, cuando se forma un primer núcleo poblacional en forma de campamento romano que recibe el nombre de Argentoratum. Este primer núcleo romano sólo fue el germen de una población que con el tiempo fue creciendo y que se convirtió en una auténtica potencia a partir del segundo milenio, cuando se convierte en una de las ciudades más importantes del Sacro Imperio Romano Germánico.
Fueron unos cinco siglos de desarrollo casi continuo, tanto en el aspecto propiamente urbanístico, como el humanístico y cultural. La mayoría de edificios históricos de Estrasburgo, empezando por la majestuosa catedral, pero también todas las casas renacentistas y los preciosos conjuntos urbanísticos como los del barrio de la pequeña Francia, nos remiten a esta época.
Estrasburgo mantiene su estatus de ciudad libre hasta que en 1681 se une al reino de Francia, un periodo en que la ciudad conoce un segundo período de expansión, donde se construyen grandes palacios de estilo parisino, casi versallesco, como el Palacio Rohan.
La historia de la ciudad, sin embargo, da un giro de 180 grados con la anexión por parte de la corona prusiana, en 1871, que se mantiene hasta el 1918.
Aunque Francia recupera el poder de Estrasburgo y de toda Alsacia, toda la región pasa nuevamente a manos alemanas tras una nueva anexión a raíz de la Segunda Guerra Mundial. El sometimiento por parte del III Reich fue entonces durísimo, imponiendo la lengua alemana e incluso, germanizando los apellidos de sus habitantes. Muchos de los alsacianos tuvieron que marchar al frente de Rusia a defender, a la fuerza, al III Reich. Finalmente, el general Leclerc libera la ciudad en 1944, volviendo ésta y, enseguida, toda Alsacia, a manos francesas.
Fruto de este ida y vuelta, muchos de sus habitantes no dudan en considerarse alsacianos más allá de su apellido francés o alemán. La ciudad, que ha olvidado los rencores de esta convulsa historia reciente, ha sido nombrada sede de varios organismos europeos, como el Consejo de Europa, el Parlamento Europeo o la Corte Europea de los Derechos Humanos.
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Lo más interesante de la ciudad de Estrasburgo y que la ha llevado a ser incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad, es la isla que queda en medio de los dos brazos que forman el río Ill al pasar por la ciudad.
Un paseo que puede llevar de tres horas a un día nos permite conocer lo más destacado de Estrasburgo, a través de un recorrido más o menos circular que empieza y termina en el edificio más imponente de la ciudad: la Catedral.
LA CATEDRAL DE ESTRASBURGO
La Catedral de Estrasburgo no sólo es el edificio más excelso de la ciudad, sino que se trata de una de las catedrales más bonitas del mundo (y que incluimos dentro de este post donde explicábamos las 12 catedrales católicas más bonitas) Está construida en piedra arenisca roja que le da su color característico. La fachada, siguiendo los cánones imperantes en la época, es de una excepcional perfección.
Su torre norte, se alza hasta los 142 metros de altura, lo que la convirtió en su momento, en la más alta de todo el mundo. Los pórticos son igualmente de una belleza exultante, en particular el pórtico central, con un tímpano dedicado a la vida de Cristo y el Juicio final, precioso. La torre sur está inacabada, pero es desde la que se sube al mirador que se encuentra entre las dos torres y desde el que se puede disfrutar de una de las vistas más extraordinarias de la ciudad.
Hay que decir que la construcción de la catedral se remonta al 1176, pero que esta se construyó sobre una antigua basílica renana del 1015, de tal manera que precisamente ahora se celebran los 1000 años de este hecho.
El interior de la Catedral es igualmente extraordinario, con un montón de detalles que impresionan. Sin embargo, si tenemos que destacar algunos, habría que citar los magníficos vitrales, que datan de a partir del siglo XIII, el fenomenal rosetón, el precioso y esculpidísimo púlpito, el original y cuidadosamente decorado órgano que cuelga de la pared norte de la nave central y sobre todo, el inigualable reloj astronómico que se encuentra en el lado derecho del crucero, que data de mediados del siglo XV y que sería un motivo suficiente para visitar no sólo la catedral, sino incluso, para visitar Estrasburgo.
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Salimos de la catedral y damos cuenta de algunos de los edificios de la plaza, como la antigua farmacia, pero sobre todo, la casa esquinera que está al lado de la oficina de turismo, y que se llama casa Kammerzell, que data del siglo XVI y fue construida por un comerciante de quesos que utilizaba los pisos como vivienda, y la planta baja, para vender su mercancía. Las vigas esculpidas son realmente extraordinarias y dan fe de la finura de los trabajos de aquella época.
LA PLACE DU CHATEAU
Nos encaminamos hacia la Place du Chateau, que da a la fachada sur de la catedral y a la fachada del Palacio Rohen, quizás el más extraordinario de toda la ciudad de Estrasburgo. Este palacio toma como muestra los palacetes parisinos y sirvió de vivienda al Cardenal Rohan-Soubise, hijo natural de Luis XIV. Actualmente, el palacio es la sede de tres museos: el de Artes Decorativas, el de Bellas Artes y el de Arqueología.
Vale la pena visitar al menos el de Artes Decorativas, que se encuentra en la planta baja, justo en las dependencias más extraordinarias del palacio y que dan fe del la vida principesca de la que gozaba el cardenal en cuestión. En el museo de Bellas Artes nos sorprendemos con algunas obras de autores top, entre los que destacan, sobre todo, una obra de Leonardo y otra de Rafael.
Pasamos por delante del Museo de la Obra de la Catedral, donde se muestran algunas de las estatuas originales del templo para tomar la estrecha calle Marroquin, que era la del gremio de los zapateros y que ahora está llena de tiendas de recuerdos y restaurantes. En esta calle disfrutamos de una buena cantidad de las vistosas casas con entramados de madera, tan típicas de toda Alsacia.
PASEO POR LAS ORILLAS DEL RÍO ILL
Nos acercamos hasta el brazo sur del río Ill y al llegar al puente Corbeau, nos encontramos justo enfrente del antiguo edificio de la aduana. La construcción nos recuerda que, durante muchos años, Estrasburgo fue ciudad libre con derecho a cobrar tributos y aranceles a los mercaderes que por la ciudad pasaran.
Delante de la aduana, en la otra orilla del río, en lo que se denomina el Quai St Nicolas, encontramos el museo de Alsacia, que nos muestra cómo era la vida tradicional en la región. El museo se encuentra en el conjunto de tres preciosas casas renacentistas que tienen un bonito patio interior que vale la pena conocer.
Seguimos la visita de Estrasburgo a través de la orilla del río, pero a nivel del Puente de Santo Tomás volvemos a entrar a la isla que supone el centro de la ciudad para acercarnos a la iglesia de Santo Tomás. Se trata de un templo a camino entre el románico y el gótico, que se empezó a construir en 1196. La iglesia de Santo Tomás está reservada al culto protestante. Lo más destacable de su interior es el mausoleo que se encuentra en el coro, dedicado a la figura de Maurice Saxe, mariscal de Luis XV. Esta obra está considerada una de las obras cumbre de la escultura barrica francesa.
LA PEQUEÑA FRANCIA DE ESTRASBURGO
Volvemos a la orilla del río, para seguir hasta el próximo puente, el Puente de San Martín, desde donde comienza el barrio conocido como la Pequeña Francia, otra de las joyas de la ciudad de Estrasburgo. Es éste el que podríamos llamar un barrio con encanto, donde casi todo está acondicionado para el disfrutar de los peatones y las viviendas son construidas casi de forma unánime con entramados de madera. Antiguamente era el barrio de los curtidores, pescaderos y molineros y casi todas las casas que podemos observar datan de los siglos XVI y XVII.
Es curiosa esta forma de construir con vigas entramadas. Estas se podían desmontar con más o menos facilidad, para montar la vivienda en otra localización, si su propietario se desplazaba. Los agujeros entre las vigas se llenaban de adobe en las zonas rurales y más bien con ladrillo, en las ciudades. Esto era tan así, que las casas de vigas entramadas, a nivel de impuestos y tributos, no se consideraban bienes inmuebles, si no bienes de carácter mobiliario.
Continuamos la visita de Estrasburgo disfrutando un buen rato de la Pequeña Francia, de los múltiples canales que se originan del próximo Puente Cubierto, de las esclusas que encontramos en la zona y sobre todo de las preciosos viviendas, como la más bonita de todas, la Maison des Taneurs, del 1572.
Muy cerca de esta zona encontramos el que es conocido como Puente Cubierto. Que no sea ya cubierto sólo le resta un poco de encanto. Encontramos de pie, eso sí, cuatro de las torres que servían de soporte original al puente, que databa del siglo XIII y que estaba concebido como sistema de defensa de la ciudad. El puente original, de madera, estaba cubierto con tejados también de madera.
LA PRESA DE VAUBAN
Ni cien metros separan los puentes cubiertos de la Presa de Vauban, que fue construida por este prestigioso ingeniero militar, que es el autor de varias fortificaciones incluidas dentro de la lista del Patrimonio de la Humanidad. La obra data de 1681, una vez Estrasburgo se ha unido ya a la corona francesa. El sistema permitía cerrar las compuertas en caso de un asalto, por lo que toda la zona sur de la ciudad quedaría anegada.
Actualmente, una agradable pasarela nos permite disfrutar de un paseo por encima de la presa Vauban. A un lado, tenemos las cuatro torres de los Puentes Cubiertos y por el otro, el original edificio del Museo de Arte Contemporáneo.
LA GRAND RUE Y LA CÁMARA DE COMERCIO
Volvemos al centro de la ciudad a través nuevamente los Puentes Cubiertos, para buscar la Grand Rue, una de las calles más comerciales de toda la ciudad, que nos lleva directamente hasta la Plaza Gutenberg, una de las más animadas de Estrasburgo, que rinde homenaje al inventor de la imprenta, que era nacido en Maguncia pero que vivió en la ciudad durante 10 años.
En medio de la plaza encontramos una estatua que honra Gutenberg, pero el edificio más bonito queda a su espalda. Se trata del que fue el ayuntamiento de la ciudad y que es ahora la sede de la Cámara de Comercio.
Antes de volver a la Plaza de la Catedral para terminar nuestro recorrido haremos una parada no menos importante. Hemos esperado al último día para disfrutar en nuestro viaje a Alsacia de unos de los platos típicos de la región: la chaucrotte. Comemos en el restaurante La Chaine de Ord, en la Grand Rue. Un menú de dos platos y postre por menos de 19 euros, con un coulant de postre excepcional y que nos deja Estrasburgo, con muy buen sabor de boca.
Sin duda, la visita de Estrasburgo ha sido un precioso punto final a nuestro viaje a Alsacia.