En nuestro viaje por tierras georgianas y armenias había una meta irrenunciable: visitar la cordillera del cáucaso, una de las fronteras naturales más extraordinarias que hay en el viejo continente. Y dada que la falta de tiempo impedía que nos pudiéramos acercar a la remota y casi misteriosa zona de Svanetia, la opción de llegar a Kazbegi era la más lógica.
Después de disfrutar de la extraordinaria Carretera Militar Georgiana, como he relatado en un anterior post, un poco antes de las dos de la tarde llagamos a Kazbegi, oficialmente conocida como Stepantsminda. Bejani, que nos ha traído hasta aquí con su coche, ha llamado a la Guest House Anano donde haremos noche. El hijo del dueño nos ha venido a buscar a la plaza central de este pueblo de montaña.
Dejamos las maletas en la habitación y quedamos a las tres de la tarde para que nos acerquen en coche hasta el inicio del sendero que lleva hasta las cascadas Gveleti, meta que nos hemos propuesto esta tarde.
Comemos en el centro del pueblo. Kazbegi se trata de un núcleo urbano muy pequeño donde parece que haya más vacas, ovejas, gallinas y cerdos que personas. Muchas de las casas tienen su pequeño corral, con los cerdos refrescándose en el fangal y las gallinas entrando y saliendo del corral cuando quieren. Y la carretera que atraviesa el núcleo urbano, que viene a ser la calle principal del pueblo, parece ser el territorio preferido de las vacas. De hecho, eso ha sido lo que hemos visto durante todo el trayecto de subida hasta Kazbegi, donde a menudo Bejani tenía que esquivar varias vacas, o incluso, pararse unos segundos, para esperar que esparcieran y dejaran el paso libre.
Kazbegi huele a naturaleza pura y más en un día tan soleado como el de hoy, que permite disfrutar de las montañas del cáucaso casi en una visión panorámica de 360 grados. Pero lo más bonito es sin duda, la vista hacia el cerro donde se eleva, 500 metros más arriba de Kazbegi, la iglesia de la Santísima Trinidad (la Tsminda Sameba). La imagen del verde cerro coronado por la iglesia no puede si no conmover a quien la disfrute. Y detrás, nada menos, que una de las montañas más altas de toda Europa, el Monte Kazbegi, con sus glaciares y nieves perpetuas que lo coronan, y que se alza, nada menos, que hasta los 5034 metros de altura sobre el nivel del mar. El Kazbegi es un hito montañosa de primer orden que se corona tras cuatro días de ascenso.
TREKKING A LAS CATARATAS DE GVELITI
Después de comer volvemos a la Guest House. Hemos acordado un precio de 30 laris para la ida hasta el inicio del trekking a las cascadas Gveleti, la espera de una hora y media y la vuelta. Subimos a un 4 por 4 destartalado y volvemos a subir la Carretera Militar Georgiana, más al norte todavía. Cuando faltan unos tres kilómetros para llegar a la frontera con Rusia, el 4×4 rompe hacia la izquierda y comienza a subir por un pedregal, durante unos 5 minutos. Supongo que es lo que justifica la necesidad del 4×4. Encualquier caso, hay que decir que el automóvil se podía haber quedado en la esquina y hacer nosotros a pie esta camino, que total, deben ser una quince minutos más de trayecto.
Cuando nos deja el 4×4, comenzamos el sendero que nos llevará a la cascada. No es difícil, aunque en algún tramo, debemos trepar por sobre las rocas, y necesitamos la ayuda de las manos para hacerlo. El paisaje, a ambos lados, es extraordinario, con el cañón que el pequeño río que proviene a buen seguro, de la cascada, ha ido forjando. Hace calor, pero el enorme paisaje, con picos a ambos lados, de más de tres mil metros de altura y las ganas de ver la cascada, lo hacen más soportable.
En una media hora llegamos y la visión de la cascada, es casi mística. El agua se precipita desde unos cincuenta metros de altura y el ruido es incluso agradable. Nos hemos reunido aquí unas ocho o diez personas. Aunque Kazbegi es una de las zonas más habituales en el cáucaso para los amantes de la naturaleza, es evidente que el turismo de masas no ha llegado todavia aquí y disfrutar del espectáculo casi en solitario es todavía posible.
Nos hacemos unas cuantas fotos y reponemos fuerzas mientras disfrutamos del espectáculo del agua, las gargantas y las montañas. El tiempo se detiene y el momento es fantástico. Estamos una media hora en la zona y luego hacemos el camino de vuelta, donde nos cruzamos con cinco o seis personas que están haciendo el camino de ida hasta la cascada. Entre ellos, un anciano de más de setenta años, que a buen seguro, pasará por verdaderas dificultades en más de un tramo del trekking.
Cuando llegamos al pueblo, damos una pequeña vuelta antes de decidir donde cenaremos. Antes de hacerlo, sin embargo, vamos a la habitación a descansar un rato.
TREKKING DE KAZBEGI A LA TSMINDA SAMEBA
Al día siguiente cuando nos levantamos, no hacemos si no mirar por el balcón y disfrutar de una de las vistas más bonitas que hemos visto nunca. Con las primeras luces del día, la Tsminda Sameba, que se levanta 2.170 metros de altura sobre el nivel del mar, y todas las montañas que la rodean y en particular, el monte Kazbeg con sus glaciares detrás, parecen realmente una visión. Y ese es nuestro objetivo para hoy: llegar hasta la iglesia de la Santísima Trinidad en el que es uno de los treks más conocidos de todo el cáucaso, aunque, como nos ha pasado con el trek a las cascadas Gveleti, lo haremos casi el solitario.
La otra posibilidad es subir a la iglesia en 4×4 y ahorrarse los 6 o 7 kilómetros de subida. Por supuesto, hacemos el trayecto a pie. Dicen las guías que se sube en unos 45 minutos. Y hay que decir, que nosotros tardamos casi una hora media. Quizás si que hemos hecho un poco más de vuelta de la necesaria, y que vamos con Marc, pero nuestro ritmo no es lento. Hay zonas bien empinadas, no en vano hay que subir quinientos metros desde el pueblo. Y a ratos, el camino está un poco embarrado y en otros, se trata de un pedregal de mal acceso.
Al llegar a la cima, nos espera una pradera con la iglesia coronando el cerro. La emoción por la vista del objetivo y de la inmensidad que lo rodea es enorme. Parece imposible que alguien decidiera edificar un templo en esta situación, pero más imposible parece que existan parajes tan idílicos como el que tenemos ante nuestros ojos.
Aun tendremos que subir un último tramo hasta esta pequeña iglesia, del siglo XIV, que es del estilo de las que hemos visto estos días (y de las que veremos en los venideros), es decir, construida de piedra y con la típica cúpula cónica. Su campanario está separado del edificio principal, como hemos visto también en las iglesias de Mtskheta, por ejemplo, y todo ello, queda rodeado por un muro, a modo de fortificación.
Sin embargo, en esta iglesia tuvimos el único episodio desagradable de todo el viaje. Y es que un cura, con no demasiadas buenas formas, me invitó a marchar porque llevaba pantalones bermudas. De hecho me había puesto el pañuelo en forma de pareo que ellos mismos me habían dejado, al igual que había hecho Isa, pero al cura no le pareció suficiente y quería que me pusiera pantalones largos que yo no llevaba. Como no lleva, claro, nadie que sube haciendo trekking desde el pueblo en pleno mes de agosto.
Una pena que la iglesia sea tan intolerante y no se adapte a los nuevos tiempos, ahora que Georgia intenta mejorar su economía, utilizando entre otros, al turismo como una fuente emergente de riqueza para el país. Como he dicho, fue la única iglesia donde tuve este problema y sólo en alguna de ellas me hicieron poner el pañuelo en forma de pareo, para solucionar mi atrevimiento al llevar los pantalones a nivel de las rodillas.
Después de una hora de disfrutar de la iglesia y de sus alrededores emprendemos el camino de bajada, por el que parece que es un camino más directo, más empinado y en ocasiones, más peligroso. Hicimos tanto atajo como pudimos, muchas veces caminando campo a través. Y con ello reducimos la caminata a una hora y pocos minutos, por lo que los tres cuartos de hora que ponen las guías nos parece un hito de casi imposible consecución, a no ser que haya un tercer camino alternativo, aún más directo.
SUBIR AL GLACIAR GERGETI.
Este trekking ya quedaba más allá de nuestras ambiciones, pero para quien sea montañoso de verdad, es uno de los hitos más bonitos que hay en esta zona. Quien decide subir al glaciar suele tomar un 4×4 que le acerque hasta la iglesia de la Santísima Trinidad. Desde la Tsminda Sameba, aún le quedarán unos 1000 metros de desnivel y al menos unas tres horas más de subida.
Los que llegan dicen que la excursión merece la pena y que es de una dificultad moderada, que sólo hay que estar un poco habituado a la montaña y partir de Kazbegi bien temprano. Hay que llevar agua suficiente y a buen seguro que el trek vale mucho la pena, pero deberá quedar para otra vez, pues con Marc que tiene seis años, nos parecía demasiado ambicioso.
Comemos en el mismo lugar donde cenamos ayer. Comida georgiana, bien de precio, limpio y con cerveza fresca. A las tres de la tarde tomamos la marshrutka de bajada hasta Tbilisi. Pagamos 10 laris por cada uno de nosotros y se llena en seguida. De hecho, como a las dos y media ya tiene el vehículo lleno, el conductor inicia la marcha. La marshrutka toma el camino con pericia y velocidad y en dos horas y media llegamos a Tbilisi, a la estación de Didube, donde la minivan termina el trayecto. Antes de tomarr el tren nocturno hacia Ereván, la capital armenia, a las 10.40 de la noche, aún tenemos más de cinco horas para dar vueltas, por lo que dejamos el equipaje en una habitación de la estación de tren que tienen para este menester (4 laris por bulto) y tomamos el metro hasta Freedom Square, para dar una última vuelta por la Old City de Tbilisi, la ciudad que recorrimos hace sólo unos días y que nos sorprendió gratamente.