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EL CARIBE EN COSTA RICA. De Puerto Viejo a Manzanillo, el Caribe más virgen, todavía existe.

Puerto Viejo se ha convertido en los últimos años un gueto del turismo mochilero. Esta vez en versión afrocaribeña y en parte, surfera. Nada que no hayamos visto en otros lugares del mundo. Ahora mismo si no fuera porque las caras asiáticas han sido sustituidas por los fibrados negros con melenas rastas podríamos estar en Yangshuo en China, en Pushkar en la India o en Kao San Road en Bangkok. Los hostels pra mochileros se sitúan uno al lado del otro, o alternados con tiendas que venden todo tipo de presunta artesanía (aunque hay alguna que es realmente preciosa y original) o con restaurantes étnicos que vividores de todo el mundo dispuestos a vivir en una eterna primavera han abierto en este lugar del caribe, que un día fue idílico, pero que ahora lo es menos. De hecho sin embargo, este paraíso mochilero, de barato no tiene nada, y es que comer en cualquier restaurante local, no de lujo, supone una cuenta equivalente a cualquier restaurado del borne barcelonés.

Y es que mucho han cambiado las cosas en Puerto Viejo en los últimos diez años. Esto es así, porque antes de convertirse en meca turística, la tranquila Puerto Viejo de Talamanca, y de hecho, todo el Caribe sur desde Limón hasta Manzanillo era habitado a medias por población criolla y por población negra descendiente de los primeros jamaicanos que se establecieron en esta zona a mediados del siglo XIX, con el fin de trabajar en la creación de la línea ferroviaria que uniría el Valle Central con Limón y después, en las plantaciones bananeras que hemos podido ver de camino a Puerto Viejo.


Ahora las cosas han cambiado. La electricidad no llegó hasta los años ochenta del siglo XX. Esto y la mejora de la carretera que llega hasta Panamá han atraído el turismo internacional y sobre todo ese montón de vividores de todo el mundo, pero sobre todo europeos , que se han establecido en la zona.

Cabe decir, que casi la totalidad de los pequeños hoteles y lodges de la línea costera que va de Cahuita, veinte kilómetros al norte de Puerto Viejo hasta Manzanillo, quince kilómetros al sur están regentados por alemanes, suizos, italianos, franceses y europeos de todo origen. Y esto también vale para los restaurantes y muchos comercios locales. Gente que se marchó de su país y que con unos escasos ahorros han podido levantar aquí su negocio, sobre todo en un momento donde el precio del suelo era escaso. Desde entonces han quedado atrapados por la magia del Caribe y se han quedado para siempre. Esto, claro, tiene un precio. Y es que los pequeños pueblos de pescadores se han convertido en enclaves turísticos, que aún así, a menudo mantienen un encanto muy especial.

Los afrocaribeños, sin embargo, mantienen sus costumbres, aunque a veces les es bien difícil. Así es fácil oírlos hablar en un dialecto mezcla de inglés y español, el creole u otras variedades. Y visten tal como a ellos les gusta, es decir, a menudo sin camiseta, orgullosos de mostrar su cuerpo, fibrado y musculoso, y su cabello con rastas, que ha hecho enloquecer a más de una europea.

Cuando llegamos a Puerto Viejo ya es oscuro, aunque apenas son las seis y media de la tarde. Así, después de dejar las maletas en el coqueto Coco Loco Lodge, no haremos mucho más que dar una vuelta por el pueblo.

DATOS PRÁCTICOS Y EXCURSIONES PARA VISITAR COSTA RICA

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VISITA A CAHUITA, PUNTA UNA Y MANZANILLO.

Al día siguiente nos levantamos temprano. Y es que hoy queremos aprovechar el día, para disfrutar de uno de los enclaves imprescindibles que ver en Costa Rica. Para ello primero pondremos rumbo al norte, hacia Cahuita y luego al sur, hacia Manzanillo, ya en la frontera con Panamá.

A las seis y media de la mañana ya estamos en la estación de autobuses esperando uno que nos lleve hacia Cahuita. Hay autobuses cada hora y hacen el corto trayecto de unos veinte kilómetros en una media hora.


El Parque Nacional de Cahuita es uno de los más pequeños del país y combina una zona boscosa con una zona marítima. Azul cielo, mezclado con el verde más intenso. Y en medio, una fina línea de arena blanca. Desde el pueblo de Cahuita, entras en el Parque y comienzas a caminar por un sendero que tiene unos ocho kilómetros de longitud, hasta la otra salida del parque, la que llaman Entrada de Puerto Vargas. Después de dejar un donativo en la entrada empezamos a caminar. A la izquierda vamos dejando las paradisíacas playas de fina arena que todos hemos visto en las postales y que un día soñamos pisar. El agua es cristalina y caliente y aunque son las ocho de la mañana, el sol ya empieza a estar alto de manera que el baño se hace inevitable. No hay nadie más. Una larga playa de más de un kilómetros a nuestro alcance sin que nadie rompa la magia del momento. Una especie de sueño de catálogo.

Tras la remojada volvemos al sendero. Está en perfecto estado. Hace días que no llueve y caminar no se hace fatigoso. A ratos el sendero se aleja unos metros de la playa y a veces se vuelve a acercar a la costa. Sólo de vez en cuando nos encontramos algún otro turista.
Tardamos unas tres horas y media en recorrer el sendero. Hay que tener en cuenta que a menudo nos paramos para remojarnos o tomar el sol y a mirar, siempre embelesados , los diferentes animales que encontramos en el parque. Gracias a lo que hemos aprendido en Tortuguero podemos distinguirlos. Vemos varios tipos de lagartijas y media docena de basiliscos, cangrejos gigantes y cangrejos ermitaño, familias de monos congo o aulladores, que con sus gritos salvajes intentan intimidarnos, un tucán y un pájaro carpintero e incluso el primer mono cariblanco que vemos en todo el viaje y que se acerca a un par de metros de donde estamos, a buen seguro, esperando que le echemos comida.

Y encima, cuando acabamos el sendero, en la zona de Puerto Vargas, está el precioso restaurante en medio de un jardín tropical, regentado por Rodolfo, uno de esos exiliados voluntarios que pueblan la zona. Rodolfo, italiano de la bella Toscana, hace muchos años que abandonó la estresante vida en Italia donde era cocinero para venir a vivir a Cahuita. Su mujer, psiquiatra, inicialmente le siguió, pero al final volvió a su país natal. Él se ha quedado, regenta este pequeño restaurante y tiene dos precisos hijos mulatos fruto de su unión con una chica de la zona. El más pequeño tiene un año de edad.

Mientras nos refrescamos en la piscina, Rodolfo nos prepara la comida, una mezcla de comida criolla e italiana. El pulpo con salsa picante y el arroz de marisco está de primera. Un momento más de fantástico relax en buena compañía.

HOTEL Lizard King Hotel & Resort. Nosotros no dormimos en él, pero todos los viajeros regresaban encantados del Lizard King Hotel & Resort. Situado a 50 metros de una de las mejores playas de Puerto viejo, con magníficas habitaciones y ambiente y con una piscina rodeada de ambiente tropical. Podéis ver los precios o reservar en este enlace.

COMO IR DE PUERTO VIEJO A MANZANILLO EN BICICLETA

Cuando volvemos a Puerto Viejo enseguida alquilamos una bicicleta en el Coco Lodge, donde nos alojamos. Queremos ir hacia el sur, dirección a Manzanillo que está a menos de quince kilómetros.

La carretera, tiene un montón de agujeros y en algunos tramos, no está asfaltada, por lo que sudamos de lo lindo. Antes de llegar a Manzanillo hacemos una parada en Punta Uva, otro paraíso caribeño de postal, con cocoteros que te hacen sombra sobre una espectacular playa. El mar, de color esmeralda y caliente es perfecto. Ha valido la pena los tres cuartos hora de pedaleo.


Estamos una hora en la playa. Vamos bien untados de protección solar. El sol cae a pico y dentro del agua no parece que te quemes. Con todo, poco a poco, empezamos a tener la nariz bien roja. El momento es un sueño. Recuerdos para enmarcar en una solitaria playa del Caribe.

Después, volveremos a la carretera y haremos unos kilómetros más hasta la zona de Manzanillo, ya en la frontera con Panamá. Nos quedamos con las ganas de descubrir el norte del país vecino. Dicen que la zona de Bocas de Toro, muy cerca de aquí es espectacular. Por desgracia, no tenemos más días si queremos ver la zona del Arenal y Monteverde. Quizás otro año.

En Manzanillo, las playas de arena blanca vuelven a dominar el paisaje. Si te acercas a pie, por la playa en dirección sur, hacia Punta Mona, lo que ven nuestros ojos aún es más espectaculare. Allí hacemos la última remojada, antes de volver a Puerto Viejo.
Y a medio camino. Y justo después de una rampa, a Isa se le rompe la cadena de la bicicleta, demasiado oxidada. Y ya nos veis haciendo autostop hasta que un cuatro por cuatro con tres malagueños nos para y se ofrece para acercar a Isa hasta Puerto Viejo. Y a mí no me toca si no pedalear solo por esta carretera llena de agujeros y piedras hasta Puerto Viejo, donde llego al cabo de casi tres cuartos de hora con el culo bien fatigado de tantos saltos sobre la bicicleta. Cuando llego las rodillas parecen a punto de explotar, pero la experiencia ha sido perfecta.

Después de relajarnos un poco en el Coco Loco, sobre la hamaca que tenemos en el portal de nuestro bungalow, salimos al pueblo a regalarnos una piña colada en un pequeño bar que ha montado un europeo que se ha emparejado una tailandesa y han decidido vivir en Puerto Viejo.


Antes de ir a dormir en acercamos a ATEC, un organización sin ánimo de lucro que ayuda a los indígenas de la cordillera de Talamanca. Sobre todo a los de la comunidad bribri, que mañana queremos conocer. Por ello, ha formado a una serie de indígenas como guías y les paga buena parte de lo que vale la excursión directamente a ellos, sin intermediarios. La idea es que a través del turismo, los bribris puedan complementar los escasos recursos que la tierra les proporciona, sin que ello les suponga perder su forma de vivir y sus tradiciones. Mañana visitaremos una familia bribri. Pero eso ya es harina de otro costal.

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