CASTILLO DE VIANDEN. Una preciosa fortaleza en Luxemburgo.

Luxemburgo, uno de los países más pequeños de Europa y también uno de los más ricos es más conocido por ser un paraíso fiscal de primer orden que por ser un país turísticamente atractivo.

La verdad, sin embargo, es que Luxemburgo merece al menos una escapada de tres o cuatro días, pues, aparte de su atractiva capital, hay algunas excursiones muy interesantes por hacer, como por ejemplo, a los diversos castillos que tiene repartidos por su geografía, como los de Useldange, Beaufort o Larochette o al pueblo de Echternach, que conserva un centro histórico realmente interesante.

EL CASTILLO DE VIANDEN, EL MÁS BONITO DE LUXEMBURGO

La mejor de las visitas que hicimos en el pequeño país centroeuropeo, fue sin embargo, la de Vianden y su castillo, que está situado a unos cincuenta kilómetros de la capital del país, en dirección noreste, ya a punto de llegar en la frontera con Alemania.

Aunque hay referencias de la población de Vianden desde la época galo-romana, parece ser que es a partir de la edad media cuando la población toma cierta importancia. Esto da paso a la construcción de su imponente castillo, en lo alto de una colina, a partir de siglo XI y que pasa a ser la sede del Condado de Vianden. El castillo continuó desarrollándose con el paso de los siglos, agrandándose progresivamente, pero a partir de mediados del siglo XVIII comienza su deterioro y declive, sobre todo a raíz de que los Condes de Luxemburgo dejan Vianden para establecerse en los Países Bajos. Finalmente, es abandonado y vendido como escombros, para aprovechar lo que quedaba de su interior.

La restauración llevada a cabo en el siglo XX, sobre todo desde que a partir de 1977 pasa a manos del gobierno del país, ha devuelto el castillo a sus mejores momentos y ahora es una visita imprescindible en Luxemburgo.

La mejor manera de acercarse al castillo es hacerlo con el telesilla que sale de la bonita población que queda en la falda de la colina. La estación del telesilla está situada más allá del puente de piedra sobre el río Our, en la Rue du Sanatorium. Se puede aparcar justo al lado.

El telesilla te lleva desde los 230 metros de la estación baja hasta los 440 metros de la estación alta. Cabe decir que aunque cogimos trayecto de ida y vuelta, no usamos el de vuelta porque volvimos por el otro lado. Desde el telesilla, las vistas del castillo y de los alrededores son espectaculares. Una vez en la estación superior del telesilla, un pequeño y entretenido paseo le lleva a las puertas de la fortaleza.

Después de pasar por sus imponentes puertas, podremos visitar varias estancias, entre las que destacan la Sala de los Caballeros que tiene más de treinta metros de largo por 10 de ancho, la Sala Bizantina con sus hermosas ventanas en forma de trébol o la Capilla, que recuerda la disposición de las Capillas Palatinas, en dos plantas. Mientras el pueblo asistía a las ceremonias religiosas desde la planta baja, los nobles lo hacían desde la primera planta. Los amplios muros del castillo o sus macizas torres recuerdan la importancia que tuvo este castillo.

Terminada la visita, nos dirigimos hacia la población de Vianden, que queda a los pies del castillo y que se limita casi, a una agradable calle, la Gran Rue, que lleva desde el castillo hasta el puente de piedra sobre el río Our, y que está llena de restaurantes, talleres artesanales y tiendas para turistas. La oferta gastronómica es abundante y la verdad es que comimos bien de verdad.