Qué ver en Isfahán. El nombre de algunas ciudades despierta en el viajero el más profundo de los deseos. Nombres como Tomboctou, Samarkanda o Isfahán están en la lista de lugares imprescindibles, lugares que los más grandes viajeros de la historia han pisado. Isfahán, patria de Avicena, uno de los médicos más importantes de la Historia de la Medicina, y excapital de la antigua Persia a partir de 1598 es la ciudad más bonita de Irán. Un refrán persa dice de ella que es la mitad del mundo (Esfahan Nesf-e Jahan).
En la plaza del Iman encontramos varios de los monumentos más importantes que hay que ver en Isfahán. Llegamos a la ciudad y después de dejar las maletas en el hotel, no lo pensamos dos veces. Queríamos visitar el ombligo de la ciudad, una de las plazas más grandes del mundo y epicentro de la vida en Isfahán: la plaza Nasqh -e Jahan, o como es más conocida, la Plaza del Imam. Por eso subimos por la calle Chahar Bagh Abbasi, que viene del más famoso de los puentes de Isfahán (el puente de los 33 arcos) y luego giramos a la derecha y en pocos minutos llegamos a la espléndida, majestuosa plaza del Imam.
QUE VER EN ISFAHÁN. LA PLAZA DEL IMAN DE ISFAHAN. UNA DE LAS MÁS BELLAS DEL MUNDO.
La Plaza, que forma parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad es un enorme rectángulo construido a partir de 1598, coincidiendo con que el Sha Abbas trasladó la capital persa desde Qazvin hasta Isfahán. Se trata de la plaza más importante que hay que ver en Isfahán y sus medidas son enormes. Mide 160 metros de ancho por 508 de largo y está rodeada no sólo por una galería porticada que forma parte del enorme bazar de Isfahán, sino también por algunas de las mezquitas más impresionantes que nunca se han edificado y algunos de los palacios más suntuosos que el Imperio Persa mandó construir para sus dignatarios.
En medio de la plaza hay varios estanques, no en vano, la cultura del agua siempre ha estado muy presente en el pueblo persa. Puedes dar una vuelta en coche de caballos, o simplemente pasear por la galería porticada disfrutando de las tiendas del bazar, que en esta zona más cercana a la plaza, son las más turísticas, dominando la tiendas de miniaturas, de dulces típicos de Isfahán o de alfombras persas.
Es fácil que los ciudadanos de Isfahán se acerquen para conversar. Nos ha pasado en todo el país, pero en Isfahán aun más. Familias enteras, grupos de chicas estudiantes, cabezas de familia que nos quieren presentar a su familia. Con su poco o mucho inglés, tratan de hacerse entender. Te preguntan por tu país y qué piensas del suyo. Quieren saber qué nos gusta de Irán y como vivimos en nuestro país. Son gente extremadamente amable y cordial, con un espíritu de extremada hospitalidad no encontrada en ninguna parte. La escena se repite una y otra vez.
La plaza, como decía, no sólo está rodeada de la preciosa galería porticada del bazar, sino también de alguno de los edificios más nobles no sólo de la ciudad, si no de la historia del arte persa.
VISITA AL PALACIO DE ALI QAPU.
El Palacio de Ali Qapu es el más importante que hay que ver en Isfahán. Era la residencia del Sha y se extiende entre la Plaza del Imán y la Avenida Chahar Bagh. El Palacio es visitable, previo pago y está lleno de pequeñas y decoradas estancias, a base de estuco o de pintura al fresco.
Como buena parte de los grandes edificios de Isfahán, fue mandado construir por el Sha Abbas cuando trasladó la capital del imperio a Isfahán. Uno de los aspectos más notables del palacio es el inmenso balcón que da a la Plaza del Imam, desde donde se puede disfrutar de una extraordinaria perspectiva. Justo enfrente está la mezquita de Sheik Lotfollah.
MEZQUITA DE LOTFOLLAH DE ISFAHÁN
Una de las obras cumbre de la arquitectura safávida y una de las grandes mezquitas que hay que ver en Isfahán. Data de principios del siglo XVII (iniciada en 1603) durante la época de máximo esplendor de la ciudad, es decir, el reinado del Sha Abbas I. Al igual que la plaza, forma parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad.
A diferencia de la Mezquita del Sha, que visitaremos después, este era un templo destinado al culto privado para la corte, de modo que no hay minaretes que llamen a la oración. Desde fuera, ya se ve que el estilo arquitectónico y la ejecución son sublimes. Tanto el enorme portalón como la vistosa cúpula de azulejo te dejan sin aliento.
La mezquita de Lotfollah es de dimensiones más pequeñas que muchas de las grandes mezquitas de la ciudad, como la del Viernes o la del Sha. No tiene ni patio central, ni los cuatro Iwan que característicamente dan entrada a las salas de oraciones. En este caso sólo hay una sala de oraciones de medidas más reducidas. Una vez dentro, sin embargo, la majestuosidad se multiplica respecto a sus dimensiones gracias a la enorme delicadeza con que se ha decorado. Una curiosidad de la mezquita es que al igual que en la mezquita del Sha, una vez entramos en la gran porticada, se pierde la perpendicularidad, para encararse a la Meca. Por ello, se utilizó la técnica del vestíbulo en forma de L, que conecta la porticada con la sala de oración.
La preciosa cúpula también minuciosamente decorada, presenta el efecto óptico conocido como Cola de pavo. Un pequeño rayo de luz reflejado de forma centrípeta desde el centro de la cúpula da la sensación de que se trate de una cola.
MEZQUITA DEL SHA DE ISFAHAN.
El tercer gran edificio que visitamos es la mezquita del Sha, situada al sur de la plaza. Es otra de las obras más extraordinarias del arte persa y que hay que ver en Isfahán y, como la mezquita anterior, forma parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad. Al igual que la del Sheik Lotfollah, la mezquita del Sha fue construida durante el periodo safávida y por orden del Sha Abbas I.
Su enorme portón de 27 metros de altura está enmarcado, esta vez sí, por dos esbeltos minaretes, que llegan hasta los 42 metros de altura y que están coronados por unos balcones de madera bellamente tallada. Los azulejos de color turquesa y las estalactitas dominan con majestuosidad esta portada. Una vez pasado el gran pórtico, nos encontramos con un vestíbulo en forma de L, que provoca el giro necesario para encarar la sala de oraciones hacia la meca.
La construcción es el paradigma del arte persa. Es decir, el patio central que hace de distribución a los cuatro Iwan, o salas de oración, enmarcadas por enormes porticadas, minuciosamente decoradas. El Iwan frontal, es el más bonito y también el más alto, pues se levanta hasta los 33 metros de altura. Al igual que la puerta de entrada, también está enmarcado por dos minaretes. Detrás, se levanta la preciosa cúpula, obra cumbre del arte safávida.
Las salas interiores de la mezquita del Sha, están también bellísimamente decoradas. Las baldosas esmeriladas de color turquesa se repiten aquí y allá. La gran cúpula provoca una capacidad acústica extraordinaria. La cúpula en las mezquitas persas, y en particular, desde el período safávida, supone una gran evolución desde las cúpulas cristianas y otomanas. Sobre todo, en cuanto a la decoración, pues tanto por dentro, como por su exterior, están decoradas por baldosas esmeriladas, dotándolas de un preciosismo nunca visto hasta entonces. La mezquita del Sha supone uno de los momentos de mayor brillo del arte persa en este aspecto. Su resplandor se podía divisar a muchos kilómetros de distancia, gracias al efecto de las baldosas y a su altura, de 53 metros, que lo hacía el edificio más alto de la ciudad.
Una vez terminada la visita de la Plaza del Imam y de sus edificios circundantes, decidimos ir a comer. La verdad es que en Isfahán, a pesar de ser la ciudad más turística del país (sobre todo turismo exterior, pues de occidental sólo encontramos en cuenta gotas), no hay demasiados restaurantes, aparte de los que hay en los hoteles. Al cabo de un rato de dar vueltas, encontramos un restaurante tradicional, donde podemos comer un buen kebab de pollo con ensalada y patatas (la comida más recurrente en el país) y de paso, reflexionar sobre la visita a la plaza de Imam y sus edificios, sin duda una de las más esplendorosas plazas que se pueden visitar en el mundo.
Por la tarde, tendremos tiempo para perdernos por el enorme bazar, otro de los edificios que hay que ver en Isfahán, y que queda al norte de la plaza y que a medida que se aleja de ella, está cada vez más enfocado a los locales, y disfrutar así de la maravillosa ciudad de Isfahán, la más bonita de Irán.